Homilía en la bendición del Altar de Dolores

Plaza del Jardín Guerrero, Eiudad Episcopal de Santiago de Querétaro, 27 de marzo de 2015

Año de la Pastoral de la de Comunicación – Año de la Vida Consagrada.

 

 

Muy queridos hermanos y hermanas todos en el  Señor:

1. Nuestra fe y la tradición nos congregan en esta mañana para venerar a la Madre de Dios, quien bajo la advocación de los Dolores, nos invita a  contemplar el misterio redentor de Cristo, misterio que va unido al dolor y al sufrimiento.

2. Son los ojos de la Madre Dolorosa los que hoy nos invitan a contemplar, además y sobretodo, el sufrimiento del hombre contemporáneo, en sus diferentes facetas situaciones y realidades. Especialmente en la crueldad de los movimientos migratorios  la enfermedad, la violencia social, las antiguas y novedosas esclavitudes, el hambre, la corrupción  y la falta de sentido de la vida, especialmente en las jóvenes generaciones. La invitación de María es a mirar no sólo como meros espectadores, sino a contemplar asumiendo la actitud de quien se compromete para cooperar en la obra de la redención, asumiendo las actitudes y sentimientos del Hijo.

3. Nunca como en este momento ha necesitado el mundo que las personas, las instituciones, los pueblos  y las naciones nos unamos  para superar las divisiones y los conflictos existentes, y sobre todo para buscar vías concretas de salida de una crisis que es global, pero cuyo peso soportan mayormente los pobres.

4. La Iglesia sin fronteras, madre de todos, extiende por el mundo la cultura de la acogida y de la solidaridad, según la cual nadie puede ser considerado inútil, fuera de lugar o descartable. Si vive realmente su maternidad, la comunidad cristiana alimenta, orienta e indica el camino, acompaña con paciencia, se hace cercana con la oración y con las obras de misericordia (cf. Francisco, Mensaje para la jornada mundial del emigrante y del refugiado 2015). Para vencer el hambre no basta paliar las carencias de los más desafortunados o socorrer con ayudas y donativos a aquellos que viven situaciones de emergencia. Necesitamos cambiar también el modo de entender el trabajo, los objetivos y la actividad económica, la producción alimentaria y la protección del ambiente. Quizás ésta es la única posibilidad de construir un auténtico futuro de paz, que hoy se ve amenazado también por la inseguridad alimentaria.

5. Queridos hermanos y hermanas, “con el Espíritu Santo, en medio del pueblo siempre está María” (cf.EG, 284). Por eso en esta mañana queremos decirle con fe y devoción:

« Oh María, Madre nuestra, hoy el pueblo diocesano te venera contemplando a tu Hijo clavado en la cruz, sufriendo y entregando su vida por nuestra salvación.

Acoge el homenaje que te ofrecemos tus hijos confiándonos a tu maternal intercesión.

Enséñanos María, a no ser indiferentes ante el dolor humano, especialmente de aquellos que viven en situaciones de crueldad y de abandono.

Enséñanos María, a contemplar a tu Hijo colgado en el madero de las cruces del hombre de hoy, especialmente de quienes se ven sometidos a las nuevas esclavitudes de una cultura del descarte,  donde vales por lo que tienes o por lo que haces y no por lo que eres.

Enséñanos María, a no temer acercarnos con amor a la cruz de tantos refugiados que emigrando para buscar mejores condiciones de vida, acuden a nosotros y a nuestras instituciones para pedir ayuda.

Enséñanos María, a contemplar con tus ojos el sufrimiento de  tantos hombres y mujeres que abandonando su familia y su hogar por las duras jornadas laborales, la educación de sus hijos se ha visto muchas veces menoscabada o violentada.

Enséñanos María, a contemplar el dolor y a entender la sabiduría de la cruz».

“Madre llena de dolores, acuerda que en la cruz te nombró tu Hijo Jesús, Madre de los pecadores”. Amén.


† Faustino Armendáriz Jiménez

Obispo de Querétaro