INBG, Domingo 22 de julio de 2018, México, CDMX.
Año Nacional de la Juventud
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Queridos hermanos ciclistas de la Diócesis de Querétaro,
Hermanos y hermanas todos en el Señor:
1. Después de haber peregrinado durante estos días, llegamos hasta este lugar,
la “casita del Tepeyac”, donde nuestra Señora de Guadalupe, a cada uno nos
acoge, nos mira con amor y nos recuerda que Ella es, “la Madre del verdadero
Dios por quien se vive”. Sin duda, que cada uno de nosotros hemos
emprendido esta peregrinación por diferentes motivos: quienes por acción de
gracias, quienes por pagar una manda; algunos otros para presentar alguna
súplica o pedir su intercesión en alguna particular necesidad; sin embargo,
todos coindicemos en, la necesidad de sentir el abrazo de la madre que
consuela, que alienta y que devuelve la esperanza.
2. En este contexto, la Santísima Virgen María nos acoge y como Madre
providente, nos anima y nos invita a escuchar las palabras de su Hijo, las
cuales, en este domingo, en boca del evangelista según san Marcos, quieren
ser una invitación “al descanso en el Señor”. El evangelista nos presenta en
este relato (6, 30-34), el lado humano de Jesús, quien tras darse cuenta de la
fatiga y el cansancio de sus discípu
Jesús sabía compaginar la acción con el descanso y la contemplación. Cuando
su fama crecía, se afirma en los evangelios que ya no pasaba la noche en los
pueblos sino en lugares apartados, esto le permitía recogerse con sus
discípulos para descasar, y a su vez, poder orar a solas antes de despuntar el
día. En otras palabras, él sabía que el descanso es algo necesario para
recuperarse después de una larga jornada de trabajo.
5. La necesidad de descansar constituye un requisito básico en la vida de los
seres humanos debido a que el sueño y los periodos de descanso son
esenciales para subsistir. Así lo constatamos en la misma Escritura en la que
se nos ordena descansar. Jesús mismo afirma: “Vega a mí y les daré
descanso” (Mt 11, 28). De la misma manera que el Señor se dirigió a sus
discípulos en aquella ocasión, hoy quiere que cada uno de nosotros, hagamos
nuestra aquella invitación para ir con él a un lugar solitario y que así
descansemos un poco, recobremos fuerzas y nos retroalimentemos.
6. La Iglesia como nuestra Madre, acogiendo el mandato del Señor resucitado,
nos enseña que para los cristianos “el Domingo”, es el día de descanso por
excelencia. El domingo es el día de la resurrección; es el día de los cristianos;
es nuestro día. El Papa San Juan Pablo II, en su Encíclica sobre el domingo,
nos decía: “Nadie olvida en efecto que, hasta un pasado relativamente
reciente, la « santificación » del domingo estaba favorecida, en los Países de
tradición cristiana, por una amplia participación popular y casi por la
organización misma de la sociedad civil, que preveía el descanso dominical
como punto fijo en las normas sobre las diversas actividades laborales. Pero
hoy, en los mismos Países en los que las leyes establecen el carácter festivo de
este día, la evolución de las condiciones socioeconómicas a menudo ha
terminado por modificar profundamente los comportamientos colectivos y por
consiguiente la fisonomía del domingo. Se ha consolidado ampliamente la
práctica del « fin de semana », entendido como tiempo semanal de reposo,
vivido a veces lejos de la vivienda habitual, y caracterizado a menudo por la
participación en actividades culturales, políticas y deportivas, cuyo desarrollo
coincide en general precisamente con los días festivos. Se trata de un
fenómeno social y cultural que tiene ciertamente elementos positivos en la
medida en que puede contribuir al respeto de valores auténticos, al desarrollo
humano y al progreso de la vida social en su conjunto. Responde no sólo a la
necesidad de descanso, sino también a la exigencia de « hacer fiesta », propia
del ser humano. Por desgracia, cuando el domingo pierde el significado
originario y se reduce a un puro « fin de semana », puede suceder que el
hombre quede encerrado en un horizonte tan restringido que no le permite ya
ver el « cielo ». Entonces, aunque vestido de fiesta, interiormente es incapaz
de « hacer fiesta »”. —Y añade—: “A los discípulos de Cristo se pide de todos
modos que no confundan la celebración del domingo, que debe ser una
verdadera santificación del día del Señor, con el « fin de semana », entendido
fundamentalmente como tiempo de mero descanso o diversión. A este
respecto, urge una auténtica madurez espiritual que ayude a los cristianos a «
ser ellos mismos », en plena coherencia con el don de la fe, dispuestos
siempre a dar razón de la esperanza que hay en ellos (cf. 1 P 3,15). Esto ha de
significar también una comprensión más profunda del domingo, para vivirlo,
incluso en situaciones difíciles, con plena docilidad al Espíritu Santo” (Juan
Pablo II, Carta, Encicl. Dies domini, 4).
7. Quisiera hoy invitarles con fuerza a todos ustedes a descubrir de nuevo el
domingo: ¡No tengamos miedo de dar nuestro tiempo a Cristo! ¡No tengamos
miedo de pasar nuestro tiempo de descanso con Jesús y de tener un tiempo
compartido con él! Sí, abramos nuestro tiempo a Cristo para que él lo pueda
iluminar y dirigir. Él es quien conoce el secreto del tiempo y el secreto de la
eternidad, y nos entrega « su día » como un don siempre nuevo de su amor. El
descubrimiento de este día es una gracia que se ha de pedir, no sólo para vivir
en plenitud las exigencias propias de la fe, sino también para dar una
respuesta concreta a los anhelos íntimos y auténticos de cada ser humano. El
tiempo ofrecido a Cristo nunca es un tiempo perdido, sino más bien ganado
para la humanización profunda de nuestras relaciones y de nuestra vida.
8. Que la Virgen María, nos enseñe a reposar en los pastos verdes de la gracia,
para que sentados a su mesa, podamos beber el cáliz de la salvación y cantar
eternamente sus misericordias. Amén.
+ Faustino Armendáriz Jiménez
Obispo de Querétaro