Santa Iglesia Catedral Santiago de Querétaro, Qro., 07 julio de 2019.
Año Jubilar Mariano
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Estimados hermanos y hermanas:
Los movimientos de iglesia presentes.
Le saludo en el Señor, en este domingo. Saludo de manera muy especial al P. Enrique Ugalde, quien el pasado 14 de junio cumplió 50 años de vida sacerdotal y hoy ha venido a esta catedral para dar gracias y ganar las gracias de la indulgencia plenaria, en el marco del Año Jubilar Mariano. Muchas felicidades Padre Enrique. Que el Señor le conceda seguir consagrado a su servicio.
Saludo a los niños y niñas que hoy reciben al confirmación, con el deseo que este Sacramento, sea en su vida un reglo que les ayude a tomar conciencia de su misión y de la meta que Dios les propone.
El Evangelio de este domingo (Lc 9, 51-62) muestra un paso muy importante en la vida de Cristo: el momento en el que —como escribe san Lucas— «Jesús tomó la firme decisión de caminar a Jerusalén» (9, 51). Jerusalén es la meta final, donde Jesús, en su última Pascua, debe morir y resucitar, y así llevar a cumplimiento su misión de salvación. Desde ese momento, después de esa «firme decisión», Jesús se dirige a la meta, y también a las personas que encuentra y que le piden seguirle les dice claramente cuáles son las condiciones: no tener una morada estable; saberse desprender de los afectos humanos; no ceder a la nostalgia del pasado.
Pero Jesús dice también a sus discípulos, encargados de precederle en el camino hacia Jerusalén para anunciar su paso, que no impongan nada: si no hallan disponibilidad para acogerle, que se prosiga, que se vaya adelante. Jesús no impone nunca, Jesús es humilde, Jesús invita. Si quieres, ven. La humildad de Jesús es así. Él invita siempre, no impone.
Todo esto nos hace pensar. Nos dice, por ejemplo, la importancia que, también para Jesús, tuvo la conciencia: escuchar en su corazón la voz del Padre y seguirla. Jesús, en su existencia terrena, no estaba, por así decirlo, «telemandado»: era el Verbo encarnado, el Hijo de Dios hecho hombre, y en cierto momento tomó la firme decisión de subir a Jerusalén por última vez; una decisión tomada en su conciencia, pero no solo: ¡junto al Padre, en plena unión con Él! Decidió en obediencia al Padre, en escucha profunda, íntima, de su voluntad. Y por esto la decisión era firme, porque estaba tomada junto al Padre. Y en el Padre Jesús encontraba la fuerza y la luz para su camino. Y Jesús era libre; en aquella decisión era libre. Jesús nos quiere a los cristianos libres como Él, con esa libertad que viene de este diálogo con el Padre, de este diálogo con Dios. Jesús no quiere ni cristianos egoístas —que siguen el propio yo, no hablan con Dios— ni cristianos débiles —cristianos que no tienen voluntad, cristianos «telemandados», incapaces de creatividad, que buscan siempre conectarse a la voluntad de otro y no son libres—. Jesús nos quiere libres, ¿y esta libertad dónde se hace? Se hace en el diálogo con Dios en la propia conciencia. Si un cristiano no sabe hablar con Dios, no sabe oír a Dios en la propia conciencia, no es libre, no es libre.
Por ello debemos aprender a oír más nuestra conciencia. Pero ¡cuidado! Esto no significa seguir al propio yo, hacer lo que me interesa, lo que me conviene, lo que me apetece… ¡No es esto! La conciencia es el espacio interior de la escucha de la verdad, del bien, de la escucha de Dios; es el lugar interior de mi relación con Él, que habla a mi corazón y me ayuda a discernir, a comprender el camino que debo recorrer, y una vez tomada la decisión, a seguir adelante, a permanecer fiel.
El Papa Francisco en el reciente documento sobre los jóvenes nos enseña: “esta es una tarea que requiere espacios de soledad y silenciaos, porque se trata de una decisión muy personal. Que otro no pueden tomar por uno. (Chrsitus Vivit 283).
La Virgen, con gran sencillez, escuchaba y meditaba en lo íntimo de sí misma la Palabra de Dios y lo que sucedía a Jesús. Siguió a su Hijo con íntima convicción, con firme esperanza. Que María nos ayude a ser cada vez más hombres y mujeres de conciencia, libres en la conciencia, porque es en la conciencia donde se da el diálogo con Dios; hombres y mujeres capaces de escuchar la voz de Dios y de seguirla con decisión.
+ Faustino Armendáriz Jiménez
IX Obispo de Querétaro