EL GRAN DESAFÍO:
LOS DOLORES DEL PUEBLO QUE AHORA SON GRITOS
¡Jesús, Hijo de David, ten compasión de mí! Lc 18, 35-43
Homilía
Pronunciada con ocasión de la XXXII Asamblea Diocesana de Pastoral.
Lunes 16 de noviembre de 2020. Seminario Conciliar de Nuestra Señora de Guadalupe
Saludo y agradezco a mis hermanos a Sacerdotes, Vida Consagrada, Seminaristas, Consejos Parroquiales de Pastoral, Movimientos, Asociaciones Apostólicas y a todos los Fieles Laicos, su servicio como fieles colaboradores en el plan de salvación de Dios, que se actualiza en nuestro Plan Diocesano de Pastoral.
Saludo a todos ustedes hermanos y hermanas, testigos presenciales de esta XXXII Asamblea Diocesana de Pastoral, y testigos que virtualmente están en contacto con nosotros. Les invito a todos sentirnos cuerpo, y a preguntarnos: ¿Qué nos quiere decir la Palabra que Dios nos ofrece hoy en la santa liturgia? ¿Qué significa para nosotros hoy el mensaje de Dios a la Iglesia de Éfeso? ¿Qué significa hoy para nosotros el grito del ciego: “¿Señor Jesús, Hijo de David, ten compasión de mí?”. Sobre esto tres sencillas reflexiones:
- Primera reflexión: La ADP (Asamblea Diocesana de Pastoral): tiempo de gracia para evaluar y mirar lejos a la luz de la palabra de Dios.
Así se dirige el Todopoderoso a la Iglesia de Éfeso: “Conozco tus obras, tu esfuerzo y tu paciencia; sé que no puedes soportar a los malvados, que pusiste a prueba a los que se llaman apóstoles sin serlo, y descubriste que eran unos mentirosos. Eres tenaz, ha sufrido por mí y no te has rendido a la fatiga. Pero tengo en contra tuya que ya no tienes el mismo amor que al principio. Recuerda de dónde has caído, arrepiéntete y vuelve a proceder como antes”.(Ap. 4,5)
El Evangelista san Juan que está hablando a las siete Iglesias de Asia que representan a la Iglesia universal, nos está hablando también a nosotros y nos invita a mirarnos en el espejo de la Iglesia de Éfeso. Hoy también a nosotros, como animadores de la pastoral en nuestras parroquias, el mismo Jesús nos está diciendo: ¡felicidades por el camino recorrido durante 156 años como Diócesis!, ¡felicidades por tantos frutos a lo largo de 32 Asambleas Diocesanas de Pastoral!, pero también nos dice revisen si no han caído en “el cómodo criterio del siempre se ha hecho así”, revisen si han perdido la alegría y la belleza del encuentro con el primer amor, y si esto así fuera, nos invita a reinventarnos como Iglesia en salida misionera y a “evangelizar sin demora, sin asco y sin miedo”.
- Segunda reflexión: La ADP: tiempo de gracia para escuchar el grito de Dios en los hermanos pobres y necesitados.
Al enterarse el ciego que Jesús de Nazaret pasaba por el camino, se puso a gritar: “Jesús Hijo de David, ten compasión de mí”. Y aunque lo regañaban para que se callara él seguía gritando más fuerte y, después de preguntarle qué es lo que quería, y de escucharle, Jesús le dijo: “Recobra la vista, tu fe te ha salvado”. Así la leccion aparece más clara, un pobre ciego, en contraste con los discípulos, es capaz de captar quién es realmente Jesús: primero lo reconoce como un mesías; luego lo llama Señor y finalmente da gloria a Dios y le sigue. Así vuelve aparecer el camino como un lugar teológico para encontrarse con Dios, se vuelve a confirmar que hay muchos que tienen ojos y no ven, y se aclara la lección para los discípulos de ayer de hoy y de siempre. Este sencillo y profundo grito: “Jesús Hijo de David, ten compasión de mí” es el grito ante el cual Jesús nunca para indiferente, es el grito que está saliendo del corazón de muchos hermanos ante tanto desconcierto y ante tanto sufrimiento, causado por la crisis sanitaria, económica y social, ante la inseguridad que estamos viviendo y agravada por la pandemia COVID-19.
- Tercera reflexión. La ADP: tiempo para escuchar, proponer y caminar juntos en el seguimiento de Jesús.
La curación del ciego es una llamada a las comunidades cristianas de los primeros tiempos, a salir de la ceguera y de la mediocridad, como condición para seguir a Jesús por el camino del Evangelio. Esta es la curación que necesitamos hoy los cristianos y agentes de pastoral. Este es salto cualitativo que puede cambiar a la Iglesia. Si cambia nuestro modo de mirar a Jesús, si leemos su Evangelio con ojos nuevos, si captamos la originalidad de su mensaje y nos apasionamos con su proyecto de un mundo más humano, seremos seducidos por Él y estaremos capacitados para escuchar el grito de nuestros hermanos.
Invito a todos ustedes hermanos y hermanas, a tomar conciencia del contexto social y eclesial que estamos viviendo, a escuchar los gritos de impotencia y de dolor de nuestros hermanos sufrientes y la voz de Jesucristo el Buen Pastor que nos manda: “Vayan y curen”, “dénles ustedes de comer”, lleven a todos la buena noticia de la Paz, “como el padre me ha enviado así los envío yo”, y digan a los ciegos: “recobren la vista, su fe los ha salvado”.
Que nuestro querido padre señor San José, que nuestra querida madre en su advocación de los Dolores, y su Hijo Jesús el Buen Pastor nos custodien y nos acompañen. Que así sea.
+Fidencio López Plaza