HOMILÍA EN LA CELEBRACIÓN EUCARÍSTICA CON MOTIVO DE LA APERTURA DE CURSOS DEL SEMINARIO CONCILIAR DE QUERÉTARO
Capilla de Teología del Seminario Conciliar de Querétaro, Col. Hércules, Santiago de Querétaro, Qro., a 19 de agosto de 2016.
Año de la Misericordia – Año de la Evaluación y Programación del PDP
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Estimados hermanos sacerdotes,
Estimados formadores y profesores
Muy queridos seminaristas y miembros de las diferentes casas de formación:
Hermanos y hermanas todos en el Señor:
1. Con alegría les saludo a cada uno de ustedes en esta mañana, en la cual nos hemos reunido para celebrar esta santa Misa, encomendando a Dios los trabajos de la formación sacerdotal de cada uno de ustedes, durante este ciclo escolar; conscientes que es el Espíritu Santo, mediante los instrumentos humanos, quien conduce los caminos de la formación sacerdotal y quien moldea el corazón humano hasta lograr la figura de Cristo en cada uno. Me alegra poder encontrarme al inicio del curso y vislumbrar juntos el horizonte por el que hemos de guiar todos los empeños por formarnos cada día como auténticos discípulos misioneros de Jesús. Celebro que la mística de este año gire entorno a la frase: “Queremos ser pastores según el corazón de Cristo”, lo que nos compromete a todos —formadores y seminaristas— a entrar en la lógica del evangelio, pues es ahí donde Jesús se auto revela como el Pastor Bueno que da la vida por sus ovejas (Jn 10, 1-18).
2. He sugerido que como lectura del evangelio se leyese el evangelio, según san Juan en su capítulo 10 donde precisamente escuchamos a la afirmación que hace de sí mismo como el Buen Pastor, presamente para que sea la palabra de Dios, la que desde ahora nos guíe y acompañe en el caminar formativo. Permítanme hacer un comentario al respecto:
3. La imagen del pastor con la cual Jesús explica su misión, tanto en los sinópticos como en el evangelio de Juan, cuenta con una larga historia precedente. En el antiguo Oriente tanto en las inscripciones de los reyes sumerios como en el ámbito asirio y babilónico, el rey se considera como el pastor establecido por Dios; el “apacentar” es una imagen de su tarea de gobierno. La preocupación por los débiles es a partir de esta imagen, uno de los cometidos del soberano justo. Así, se podría decir que desde sus orígenes, la imagen de Cristo buen pastor es un evangelio de Cristo rey, que deja traslucir la realiza de Cristo.
4. Los precedentes inmediatos de la exposición en figuras de Jesús se encuentran naturalmente en el AT, en el que Dios mismo aparece como el pastor de Israel. Esta imagen ha marcado profundamente la piedad de Israel y sobre todo en los tiempos de calamidad se ha convertido en un mensaje de consuelo y confianza. Esta piedad confiada tiene tal vez su expresión más bella en el salmo 23: el Señor es mi Pastor. Aunque camine por cañadas oscuras nada temo, porque tú vas conmigo. (v. 4).
5. La imagen de Dios pastor se desarrolla con mayor claridad en los capítulos 34 al 37 del profeta Ezequiel, cuya visión recuperada con detalle en el presente, se retoma en las parábolas sobre los pastores de los sinópticos y en el sermón que hemos escuchado. Ante los pastores egoístas que Ezequiel encuentra en su tiempo y a los que recrimina, el profeta anuncia la promesa de que Dios mismo buscará sus ovejas y cuidará de ellas. “Yo las apacentaré con justicia” (Ez 34, 13.15-16).
6. Dice Jesús: “Yo soy la Puerta”. Sorprendentemente el discurso del pastor no comienza con la afirmación “Yo soy el buen pastor”, sino con otra imagen: “Les aseguro que yo soy la puerta de las ovejas”. Jesús había dicho antes que el que no entra por la puerta en el aprisco de las ovejas, sino que salta por otra parte, ese es ladrón y bandido; pero el que entra por la puerta es pastor de las ovejas. Este paso tal vez se puede entender solo en el sentido de que Jesús da aquí la pauta para los pastores de su rebaño tras su ascensión al Padre. Se comprueba que alguien es un buen pastor cuando entra a través de Jesús, entendido como la puerta. De este modo, Jesús sigue siendo, en sustancia, el pastor, el rebaño le pertenece sólo a él. Pero ¿Cómo se realiza concretamente este entrar a través de Jesús como puerta?, nos lo muestra el apéndice del evangelio de Juan en el capítulo 21 cuando se confía a Pedro la misma tarea de pastor que pertenece a Jesús. Tres veces dice el Señor a Pedro: “Apacienta mis corderos” Pedro es designado claramente pastor de las ovejas investido del oficio pastoral propio de Jesús. Sin embargo, para poder desempeñarlo debe entrar por la puerta. A este entrar, o mejor dicho, a este dejarle entrar por la puerta, se refiere la pregunta repetida tres veces: “Simón, hijo de Juan ¿me amas?”. Ahí está lo más personal de la llamada: se dirige a Simón por su propio nombre. Así llega a las ovejas “a través de Jesús”. Las ovejas siguen a Jesús no a Pedro, y es Jesús quien guía a través de Pedro.
7. Volviendo al texto escuchamos que Jesús dice: “Yo soy el Buen Pastor”. Toda la carga histórica de la imagen del pastor se recoge aquí, purificada y llevada a su pleno significado. Destacan sobre todo cuatro elementos fundamentales. El ladrón bien para robar, matar y hacer estragos. Ve las ovejas como algo de su propiedad que posee y aprovecha para sí. Sólo le importa él mismo, todo existe sólo para él. Al contrario, el verdadero pastor no quita la vida, sino que la da: “Yo he venido para que tengan vida y la tengan en abundancia” (10, 10). Esta es la gran promesa de Jesús: dar la vida en abundancia. Todo hombre desea la vida en abundancia. Pero ¿qué es, en qué consiste la vida? ¿Dónde la encontramos? ¿Cuándo y cómo tenemos vida en abundancia? Jesús promete que mostrará a las ovejas los pastos, aquello de lo que viven, que las conducirá realmente a las fuentes de la vida. Dice el salmo 23: “El me hace descansar en verdes praderas, me conduce a las aguas tranquilas y repara mis fuerzas; me guía por el recto sendero, por amor de su Nombre”. Resuenan más directas a palabras del profeta Exequiel. “Yo mismo apacentaré a mis ovejas y las llevaré a descansar” (34, 14). ¿Qué significa todo esto? Ya sabemos de qué viven las ovejas pero ¿de qué vive el hombre? El hombre vive de la verdad y de ser amado, de ser amado por la verdad. Necesita a Dios, al Dios que se le acerca y que le muestra el sentido de la vida, indicándole así el camino de la vida. Ciertamente el hombre necesita el pan, necesita el alimento del cuerpo, pero en la más profundo, necesita sobre todo la Palabra, el Amor, a Dios mismo. En este sentido, se presenta como Palabra de Dios hecha carne, lo que significa que no solo es Pastor, sino también alimento, el verdadero “pasto”; nos da la vida, entregándose a sí mismo.
8. Esto nos da pie para entender las cuatro cualidades del Pastor:
a. “El buen pastor da la vida por sus ovejas”. Es de capital importancia entender el valor de dar la vida por las ovejas. La cruz es el punto central del sermón sobre el pastor, y no como un acto de violencia que encuentra desprevenido a Jesús y se le aflige desde fuera, sino como una entrega libre por parte de él mimo. “Yo doy mi vida para recobrarla. Nadie me la quita, sino que la doy por mí mismo. Tengo el poder de darla y de recobrarla: este es el mandato que recibí de mi Padre” (Jn 10, 17-18). Aquí se explica lo que ocurre en la Eucaristía: Jesús transforma el acto de violencia externa de la crucifixión en un acto de entrega voluntaria de sí mismo por los demás. Jesús no entrega algo, sino que se entrega a sí mismo. Así, él da la vida.
b. “El buen pastor conoce a cada una de sus ovejas”. En estos versículos saltan a la vista interrelaciones que debemos examinar para entender lo que significa ese “conocer”. En primer lugar, conocimiento y pertenencia están entrelazados. El pastor conoce a las ovejas porque estas le pertenecen y ellas lo conocen precisamente porque son suyas. Conocer y pertenecer son básicamente lo mismo. El verdadero pastor no posee las ovejas como un objeto cualquiera que se usa y se consume; ellas le pertenecen precisamente en ese conocerse mutuamente, y ese conocimiento es una aceptación interior. Indica una pertenencia interior, que es mucho más profunda que la posesión de las cosas. Por ejemplo los hijos pertenecen a los padres y son a la vez creaturas libres de Dios, cada uno con su vocación con su novedad y singularidad ante Dios. No se pertenecen como una posesión, sino en la responsabilidad. De este modo tampoco las ovejas, que justamente son persona creadas por Dios, imágenes de Dios, pertenecen al pastor como objeto; en cambio es así como e apropian de ellas el ladrón y el salteador. Esta es precisamente la diferencia entre el propietario, el verdadero pastor y el ladrón: para el ladrón, para los ideólogos y dictadores las personas son sólo cosas que poseen. Para el verdadero pastor, por el contrario son seres libres en vistas de alcanzar la verdad y el amor; el pastor se muestra como su propietario precisamente por e hecho de que las conoce y las ama, quiere que vivan en la libertad de la verdad.
c. “Yo soy el buen Pastor: conozco a mis ovejas, y mis ovejas me conocen a mí”. En esta frase hay un elemento que debemos considerar. El conocimiento mutuo entre el Padre y el Hijo se entrecruza en el conocimiento mutuo entre el pastor y las ovejas. El conocimiento que une a Jesús con los suyos se encuentra dentro de su unión cognoscitiva con el Padre. Trasladado esto a nuestra experiencia vital, podemos decir: solo en Dios y a través de Dios se conoce verdaderamente al hombre. El hombre sólo se conoce a sí mismo cuando aprende a conocerse a partir de Dios, y solo conoce al otro cuando ve en él el misterio de Dios. Para el pastor al servicio de Jesús eso significa que no debe sujetar a los hombres a él mismo, o a su pequeño yo. El pastor al servicio de Jesús debe llevar siempre más allá de sí mismo para que el otro encuentre toda su libertad; y por ello, él mismo debe ir también siempre más allá de sí mismo hacia la unión con Jesús y con el Dios trinitario.
d. “Tengo, además, otras ovejas que no son de este corral y a las que debo también conducir”. Por último, el Señor nos habla del servicio a la unidad encomendado al pastor: “Tengo, además, otras ovejas que no son de este redil; también a esas las tengo que traer, y escucharán mi voz y habrá un solo rebaño, un solo pastor” (Jn 10, 16). Es lo mismo que repite san Juan después de la decisión del sanedrín de matar a Jesús, cuando Caifás dijo que era preferible que muriera uno solo por el pueblo a que pereciera toda la nación. San Juan reconoce que se trata de palabras proféticas, y añade: “Jesús iba a morir por la nación, y no sólo por la nación, sino también para reunir en uno a los hijos de Dios que estaban dispersos”. Se revela la relación entre cruz y unidad; la unidad se paga con la cruz. Pero sobre todo aparece el horizonte universal del actuar de Jesús. Aunque Ezequiel, en su profecía sobre el pastor, se refería al restablecimiento de la unidad entre las tribus dispersas de Israel (cf. Ez 34, 22-24), ahora ya no se trata de la unificación del Israel disperso, sino de todos los hijos de Dios, de la humanidad, de la Iglesia de judíos y paganos. La misión de Jesús concierne a toda la humanidad, y por eso la Iglesia tiene una responsabilidad con respecto a toda la humanidad, para que reconozca a Dios, al Dios que por todos nosotros en Jesucristo se encarnó, sufrió, murió y resucitó.
9. La Iglesia jamás debe contentarse con la multitud de aquellos a quienes, en cierto momento, ha llegado, y decir que los demás están bien así. La Iglesia no puede retirarse cómodamente dentro de los límites de su propio ambiente. Tiene por cometido la solicitud universal, debe preocuparse por todos y de todos. Por lo general debemos «traducir» esta gran tarea en nuestras respectivas misiones. Obviamente, un pastor, debe preocuparse ante todo por los que creen y viven con la Iglesia, por los que buscan en ella el camino de la vida y que, por su parte, como piedras vivas, construyen la Iglesia y así edifican y sostienen juntos.
10. Sin embargo, como dice el Señor, también debemos salir siempre de nuevo “a los caminos y cercados” (Lc 14, 23) para llevar la invitación de Dios a su banquete también a los hombres que hasta ahora no han oído hablar para nada de él o no han sido tocados interiormente por él. Este servicio universal, servicio a la unidad, se realiza de muchas maneras. Siempre forma parte de él también el compromiso por la unidad interior de la Iglesia, para que ella, por encima de todas las diferencias y los límites, sea un signo de la presencia de Dios en el mundo, el único que puede crear dicha unidad.
11. La Iglesia antigua encontró en la escultura de su tiempo la figura del pastor que lleva una oveja sobre sus hombros. Quizá esas imágenes formen parte del sueño idílico de la vida campestre, que había fascinado a la sociedad de entonces. Pero para los cristianos esta figura se ha transformado con toda naturalidad en la imagen de Aquel que ha salido en busca de la oveja perdida, la humanidad; en la imagen de Aquel que nos sigue hasta nuestros desiertos y nuestras confusiones; en la imagen de Aquel que ha cargado sobre sus hombros a la oveja perdida, que es la humanidad, y la lleva a casa. Se ha convertido en la imagen del verdadero Pastor, Jesucristo.
12. Queridos formadores y seminaristas: de esta palabra se desprende ya el programa formativo para todos y cada uno de ustedes. Ella nos ha de guiar y encaminar para formarnos según el corazón de Cristo, por ende “La formación pastoral no puede reducirse a un simple aprendizaje, dirigido a familiarizarse con una técnica pastoral. El proyecto educativo del seminario se encarga de una verdadera y propia iniciación en la sensibilidad del pastor, a asumir de manera consciente y madura sus responsabilidades, en el hábito interior de valorar los problemas y establecer las prioridades y los medios de solución, fundados siempre en claras motivaciones de fe y según las exigencias teológicas de la pastoral misma” (cf. PDV, 58).
13. Que la Santísima Virgen la Divina Pastora, nos reciba en su regazo y haga con su maternal intercesión pastores según el corazón de Cristo.
+ Faustino Armendáriz Jiménez
Obispo de Querétaro