1. El Papa Juan Pablo II declaró este día 2 de febrero, fiesta de la Presentación del Señor, como la “Jornada Mundial de la Vida Consagrada”. Lo hizo mediante la Exhortación Apostólica “Vita Consecrata”, firmada el 25 de marzo de 1996. Desde entonces hemos venido ofreciendo a los consagrados y consagradas que residen en la Diócesis, esta celebración, para que se manifieste su presencia, se aumente su estima y se difunda su esplendor, de manera que todo redunde en el incremento del “Don de Dios Padre a su Iglesia por medio del Espíritu”, como la definió el Papa y como lo hemos experimentado en esta Iglesia particular. Acojo, pues, hermanos consagrados y hermanas consagradas su presencia en esta Diócesis como un regalo de Dios, por el cual ahora damos gracias. Esto es lo que nos enseña y pide la Iglesia: Que seamos “don” de Dios para los demás. En esto, María santísima es ejemplo y maestra suprema. Sigamos, pues, brevemente su proceder en este misterio de nuestra fe.
2. María presenta a su Hijo en el templo del Señor. Primero se presenta ella, obedeciendo la ley de Moisés. Antecede a la presentación el llamado de Dios, que aquí se hace por medio de su santa voluntad manifestada en la ley. Muchos distingos podría haber hecho María ante esa ley. De parte de Ella, no hay más que la obediencia. El Señor hace lo demás. “Prefiero la obediencia a los sacrificios”, había dicho el Señor, y ahora vemos porqué: Al presentarse Ella, presenta su Hijo al Señor y así lo “ofrece” en sacrificio. Es interesante cómo la liturgia en el tiempo de Navidad habla constantemente del “cuerpo” que asumió el Hijo para ser ofrecido en sacrificio. Lo que podría interpretarse como una conducta legalista, se convierte en una ofrenda agradable a Dios, en anticipo del Sacrificio de su Hijo en la Cruz, “voluntariamente aceptada”.
3. María ofrece su Hijo al Señor. La presentación se convierte en ofrenda: es “para consagrarlo al Señor”. En ofrenda, primero, de la vida que María hace a Dios, y así lo interpreta el anciano Simeón: “A ti, una espada te atravesará el alma”. Se anuncia y anticipa ya aquí la víctima y el Sacrificio del Calvario y la presencia y participación de María. Además, María, al rescatar a su Hijo según la ley, está preservando la Víctima para la hora suprema de su sacrificio en la Cruz. Se ofrece junto con su Hijo para el resurgimiento de muchos en Israel y para la salvación del mundo entero. Su ofrenda alcanza una dimensión universal.
4. María se encuentra con el Señor en su templo y lleva a su Hijo al encuentro con su pueblo. Esta es la primera visita del Señor a la Casa de su Padre y el primer encuentro del Salvador con su pueblo. En las iglesias ortodoxas se habla de la “hypapante”, del “santo encuentro” del Señor con Israel, aquí representado por esos ancianos venerables, Simeón y Ana. Ambos son el Antiguo Testamento que, al abrírsele los ojos cansados de las viejas profecías, contempla la esplendorosa realidad que anunciaba: A quien es “La Gloria de Israel” y “La Luz de las naciones”.
5. La presencia de María en el templo, la ofrenda que hace de su Hijo al Señor y el encuentro que propicia entre su Hijo y su pueblo, culminan en una “epifanía” maravillosa, como las suele hacer Dios, para gloria de su Hijo. Para esto se sirve de la voz cansada del anciano Simeón pero potenciada por el vigor del Espíritu, que lo condujo hasta el templo para cantar: “Ahora, Señor, ya puedes dejar ir a tu siervo en paz, según lo que me habías prometido, porque mis ojos han contemplado al Salvador, al que has preparado para el bien de todos los pueblos; Luz que alumbra a las naciones y Gloria de tu pueblo, Israel”. El Antiguo Testamento se despide en paz, lleno de gloria para Israel y, al mismo tiempo, anuncia la promesa de la Luz salvadora que iluminará a todas naciones de la tierra. Es la buena Nueva del Testamento nuevo que nos ofrece la alegría nueva capaz de entonar el cántico nuevo con un corazón nuevo.
7- Esta Buena Nueva no se dará sin el dolor del Redentor, de su Madre, de José y, por consiguiente, de sus discípulos. Nuevamente Simeón es el encargado de la profecía, especialmente referida a la Madre de Jesús: “Este niño ha sido puesto para ruina y resurgimiento de muchos en Israel, como signo que provocará contradicción, para que queden al descubierto los pensamientos de todos los corazones. Y a ti, una espada te atravesará el alma”. Esta profecía a María es a toda la Iglesia y se continúa cumpliendo en nosotros. Es el testimonio doloroso y glorioso a la vez que la Iglesia hace, mediante sus hijos e hijas, al mundo, para que queden al descubierto los pensamientos de su malvado corazón y, purificado por la pasión y muerte del Hijo que ahora padece su Iglesia, se convierta en himno de salud, de reconciliación y de paz para todos. Como la presentación y ofrenda que María hizo de su Hijo fue don precioso y agradable al Padre, así la vida de ustedes, hermanas y hermanos consagrados, debe traducirse, para esta Iglesia particular y para esta sociedad, en don de Dios Padre por medio del Espíritu”. Que así sea.
† Mario de Gasperín Gasperín Obispo de Querétaro