Pbro. Mtro. Filiberto Cruz Reyes
A mi padre, en su cumpleaños
El jueves 27 de agosto pasado, cerca de Viena, la capital de Austria, en pleno corazón cultural de Europa, fueron encontradas 71 personas muertas, probablemente por asfixia dentro de un camión; al día siguiente se dio a conocer el hecho diciendo que probablemente se trataba de refugiados provenientes de Siria. No se trataba ya de un caso más del salvaje México, de San Fernando por decir de algún modo, entre los tristemente célebres que han dado la vuelta al mundo y que siguen esperando muchas respuestas; era en Europa misma.
En su reciente viaje a Estados Unidos el Papa Francisco afirmó en su Discurso en la ceremonia de Bienvenida en el South Lawn de la Casa Blanca en Washington, D. C. (23 de septiembre): “Señor Presidente: Le agradezco mucho la bienvenida que me ha dispensado en nombre de todos los ciudadanos estadounidenses. Como hijo de una familia de inmigrantes, me alegra estar en este país, que ha sido construido en gran parte por tales familias”. Posteriormente, en su Discurso en la Visita al Congreso de Estados Unidos de América en Washington, D. C. (24 de septiembre) aseveró: “Les hablo como hijo de inmigrantes, como muchos de ustedes que son descendientes de inmigrantes”.
El Papa no ignora lo complejo del tema de la migración, y llamó a mostrar misericordia en medio de esos dilemas tan complejos, tanto para el que llega como para el que ya está, por eso afirmó también frente al Congreso a propósito de los conflictos históricos en la configuración de ese país: “Aquellos primeros contactos fueron bastante convulsos y sangrientos, pero es difícil enjuiciar el pasado con los criterios del presente. Sin embargo, cuando el extranjero nos interpela, no podemos cometer los pecados y los errores del pasado”.
Este 1º de Octubre se publicó el Mensaje del Santo Padre Francisco para la Jornada Mundial del emigrante y del Refugiado, a celebrarse el 17 de enero del próximo año, bajo el lema: “«Emigrantes y refugiados nos interpelan. La respuesta del Evangelio de la misericordia». Ahí, Francisco señala entre otras cosas que “cada vez con mayor frecuencia, las víctimas de la violencia y de la pobreza, abandonando sus tierras de origen, sufren el ultraje de los traficantes de personas humanas en el viaje hacia el sueño de un futuro mejor”. Y no se limita sólo a enumerar una serie de hechos sociológicos, sino que nos invita a un planteamiento más profundo, más revolucionario, sí, a esa “revolución de la ternura” de la que ya nos ha hablado y que ahora plantea en los siguientes términos: “hoy el Evangelio de la misericordia interpela las conciencias, impide que se habitúen al sufrimiento del otro e indica caminos de respuesta que se fundan en las virtudes teologales de la fe, de la esperanza y de la caridad, desplegándose en las obras de misericordia espirituales y corporales”.
Recordemos cuáles son.
Obras de misericordia corporales: 1) Dar de comer al hambriento; 2) Dar de beber al sediento; 3) Dar posada al peregrino; 4) Vestir al desnudo; 5) Visitar al enfermo; 6) Socorrer a los presos; 7) Enterrar a los muertos.
Obras de misericordia espirituales: 1) Enseñar al que no sabe; 2) Dar buen consejo al que lo necesita; 3) Corregir al que está en error; 4) Perdonar las injurias; 5) Consolar al triste; 6) Sufrir con paciencia los defectos de los demás; 7) Rogar a Dios por vivos y difuntos.
La liturgia de hoy en la primera lectura nos recuerda el proyecto original de Dios: “No es bueno que el hombre esté solo” (cfr. Gn 2, 18-24), por eso el Papa nos desafía desde la misericordia sobre todos estos temas cuando afirma en su Mensaje: “no cesan de multiplicarse los debates sobre las condiciones y los límites que se han de poner a la acogida (de los migrantes), no sólo en las políticas de los Estados, sino también en algunas comunidades parroquiales que ven amenazada la tranquilidad tradicional”. Sí, lo dice un hijo de inmigrantes, un hijo de la “Virgen María, Madre de los emigrantes y de los refugiados, y (de) san José, que vivieron la amargura de la emigración a Egipto”.