Por la Gracia de Dios y por la Divina Misericordia que nos viene de lo Alto de los Cielos hemos con gusto celebrado estos años que han marcado nuestras vidas y que las unen estrechamente con las generaciones pasadas.
Siete de febrero, día inolvidable para muchos católicos que cantamos al Señor llenos de gozos sus maravillas, con diferentes tonalidades, quien más se preparó con sus vestidos, sus trajes hizo lo posible para ir bien presentable, con globos, con confeti, con lamparitas, con albas de cuetes y eso está muy bien; diría excelentemente muy bien.
Sin embargo debemos reconocer que gran parte de la historia nosotros no la hemos fraguado ni han pasado por nuestras manos. Es merecedor un reconocimiento a hombres que Dios ha llamado a su servicio y que han entregado su vida a precio de sangre muchos de ellos por el bien de una Iglesia que empezaba sus caminos y gracias a la fe de ellos, nosotros tenemos conocimiento de Dios.
Por eso en la fiesta de los 150 años de vida eclesial, en la Eucaristía que presidió el Señor Nuncio era bueno pedir por los que ya no están por ellos en la Oración para que en la Paz del Señor descanse y Dios en su Infinita misericordia los tenga en su santa Gloria. A los que todavía están Dios los llene de alegría, un Señor Sacerdote Mele, un Sacerdote Luis Landaverde, un Sacerdote Lázaro, un sacerdote Mauro, un sacerdote Rómulo entre muchos y que gracias a Dios ellos están todavía entre nosotros. Tal vez ellos no iniciaron la Diócesis, pero les tocaron tiempos difíciles en los cuales no había caminos, no había transporte, los accesos eran difíciles de llegar, pero con el entusiasmo llevaban la Palabra de Dios. La gran mayoría de estos sacerdotes cuentan anécdotas dramáticas como es la revolución cristera que decretó el entonces presidente Plutarco Elías Calles a la Iglesia de 1926 a 1929 donde los sacerdotes tuvieron que huir, esconderse de las balas que los perseguían por anunciar a Cristo, Señor de la Historia. Otro momento que marcó un movimiento mundial fue el anuncio del Concilio Vaticano II de 1962 a 1965 que cambiaba por completo una Iglesia espiral, a una Iglesia comunitaria, sin perder la esencia que es Cristo y anunciar a todos los rincones a un mundo moderno y post-moderno que se venía. Ese era el impacto y Querétaro no era la excepción, estaba en ese ambiente y estos hermanos se encontraban en la jugada, pero tenían que responder a la Señor Dios de la Historia el momento de anunciar a Cristo a la humanidad sin tener miedo a los cambios.
Que el Dios Bueno y Grande les recompense el fruto de su trabajo pastoral, manos con callos, pies cansados, garganta débil, enfermedad encima, pero mostrando esperanza en el supremo Creador, corazón desgastado, pero lleno de experiencias, sentimientos encontrados, pero con ilusiones.
Hoy nos toca vivir a nosotros y debemos de aprender de los demás necesariamente; pero que Dios pague el trabajo a todos los que estuvieron detrás de la fiesta, si es trabajo, pero no olvidemos a nuestros antepasados que con ahínco y dedicación han forjado nuestra historia.
Hoy nos toca a nosotros responder a los retos que se nos presentan; el mundo que se encuentra en movimiento y en ese movimiento la Iglesia está inserta, pero la Iglesia no ésta débil como algunas la definen, la Iglesia no atrae por populismo sino por convicción porque ella se conoce y conoce quien es su Fundador y en qué piedras vivas se encuentra fundada.
Hemos participado con entusiasmo en la Magna Concelebración en la cual dimos Gracias a Dios por los 150 años. Hoy por hoy, es de nosotros afrontar con nuestro Bautismo y con nuestro ser de cristianos los tiempos, y no presentar debilidades de nuestra fe, que si tal vez tambaleamos, pero no estamos derribados, la gracia del Espíritu Santo nos sostiene. Afrontemos con ilusión los nuevos aires que cobijan a la Iglesia. Vivamos el presente sin temor, esperemos el mañana con fe y el pasado gracias a Dios por permitirnos vivirlo. ¡Felicidades a nuestra Diócesis!
Gracias de igual forma a los Señores Obispos que celosos y han sabido gobernar con humildad y sencillez esta porción del Pueblo de Dios, a ellos el Señor los colme con la corona de la Gloria.
Pbro. Luis Alberto Martínez
Publicado en el semanario «Diócesis de Querétaro» el 16 de febrero de 2014