(CODIPACSQRO) Muchos fieles, amigos y familiares del Padre Juan Marcos Granados Álvarez conformaron la asamblea que presidida por el señor obispo Don Faustino Armendáriz Jiménez celebraron la Eucaristía, para que en la expresión máxima de unidad de la Iglesia, Pastor, sacerdotes y Pueblo de Dios iluminaran desde la fe, la muerte repentina del querido padre Juan Marcos, con la esperanza firme que la vida de todo hijo fiel de Dios, amante de la paz, se transforma y no acaba. Y “al deshacerse nuestra morada terrenal, adquirimos una mansión eterna en el cielo”.
La Santa Misa solemne, celebrada el 2 de diciembre, destacó cada uno de los signos litúrgicos, propiciando para todos, en el bello templo parroquial de San José, poder expresar en la oración, el gran cariño, admiración y respeto por el sacerdote para siempre, antes de dar cristiana sepultura a sus restos mortales.
Monseñor Faustino recordó que movidos por Jesucristo resucitado, la asamblea se une para ofrecer a Dios el sacrificio de salvación a favor del padre Juan Marcos, con la firme esperanza que será suya la promesa de la vida eterna. Manifestó especial afecto a sus queridos padres, don Serafín y doña Trinidad, a familiares y amigos cercanos y a cada uno de los fieles de las comunidades que comprenden la Parroquia del Divino Salvador, de donde era párroco.
Fue “padre y pastor”, agregó el obispo, desempeñó su ministerio sacerdotal 18 años. A partir de la Palabra de Dios, llamó a la esperanza alegre del que confía en Dios. Recordó la ordenación sacerdotal el 23 de noviembre de 1995, de manos del señor obispo Don Mario De Gasperín Gasperín, presente en esta ceremonia. Describió también los lugares y encargos desempeñados por el padre con diligencia y observancia. “Creo que es justo reconocer en nuestro hermano, al siervo del que se habla en alguna página del evangelio: siervo fiel, a quien el Señor, al volver de la boda, encuentra despierto y preparado (cf. Lc12,36-38); pastor que ha servido a la Iglesia asegurando a la grey de Cristo el cuidado necesario; testigo del Evangelio que, con la variedad de dones y de tareas, ha dado prueba de vigilancia laboriosa y de generosa entrega a la causa del reino de Dios”.
“Esto nos ha de llevar a comprometernos más con Dios, experimentando su amor y su misericordia”. “Hermanos y hermanas, permanezcamos también nosotros despiertos y en vela, que el Señor nos encuentre así al volver de la boda, entrada la noche o de madrugada (cf. Lc 12, 38). De ese modo también nosotros, seremos dichosos. La fe nos sostiene en esos momentos humanamente llenos de tristeza y de desconsuelo”.
Todos recordaremos al padre Juan Marcos Granados como quien aprendió desde niño, en su familia, a amar a Dios y a vivir la fe de manera sencilla en las devociones de su tierra, a ser eucarístico y guadalupano, así como a amar y respetar la figura del sacerdote, de los seminaristas y de los amigos. Aprendió también de los suyos el amor al trabajo, la constancia y el sacrificio, a compartir, a dar y a ser generoso. Como amigo siempre fiel en las buenas y en las malas, hermano y amigo, alegre, siempre dispuesto a escuchar y dialogar, se brindaba de corazón.
Como sacerdote siempre accesible, cercano a la gente, acogía a los jóvenes, motivaba a la superación a las mujeres, de visión práctica, de imaginación viva, con visión de servicio, adaptable a las personas, desde los intelectuales a los sencillos, sin obstáculo para encontrarse con la gente, atento para escuchar y para resaltar las cualidades de los demás, visionario, trabajador por su Iglesia. En su vida de servicio, el Padre Juan Marcos Granados Álvarez puso de manifiesto la belleza del sacerdocio.
Jorge A. Rangel Sánchez