Estamos ante un hervidero de malestar social en nuestro país, por los atropellos que se siguen cometiendo, en donde las víctimas pasan a ser objeto de investigación e intimidación, en el que no se ve un serio compromiso de parte de quienes tiene que salvaguardar la seguridad de los ciudadanos y de esclarecer los hechos ante esta barbarie de asesinatos, desapariciones forzadas y de violencia institucionalizada. Manipular la información, dejar pasar el tiempo y fabricar cortinas de humo es una salida que sólo propicia que los ánimos se sigan encrespando en una sociedad que no aguanta más y quiere justicia.
Los reclamos están por todas partes y las voces al unísono empiezan a ser amenazantes, a las que no hay que hacer oídos sordos, sino buscar en base a un diálogo franco, honesto y abierto, escuchar las demandas, las diversas opiniones para encontrar los posibles caminos a seguir y los consensos que siempre serán necesarios para responder verdaderamente al anhelo de justicia y de bienestar común, sobre todo, de las mayorías pobres y vulnerables, que exigen respeto a sus derechos humanos y vida digna para todos.
Este fenómeno de descontento social y de confusión generalizada requiere de un compromiso genuino por la justicia social, en la que los actores sociales, poetas, escritores, artistas, estudiantes, maestros, intelectuales, ministros de culto y la sociedad en general debemos hacer oír el canto de esperanza y de creatividad por reconstruir el tejido social y de un mejor sistema social más incluyente, justo, solidarios y de mejores oportunidades para todos.
Son utopías que deben guiar las conciencias que aman la vida y que creen siempre en un futuro mejor por el que hay que trabajar día a día, con la convicción de que no se agota con nosotros, pero es un legado para las nuevas generaciones.
En la línea del discernimiento evangélico el papa Francisco nos invita a una siempre vigilante capacidad de estudiar los signos de los tiempos, dice: “Se trata de una responsabilidad grave, ya que algunas realidades del presente, si no son bien resueltas, pueden desencadenar procesos de deshumanización difíciles de revertir más adelante. Es preciso esclarecer aquello que pueda ser fruto del Reino y también aquello que atenta contra el proyecto de Dios.” (Exhortación Apostólica: La Alegría del Evangelio N° 51). Estas palabras son un llamado a estar atentos y comprometidos con lo que pasa en la sociedad y en la Iglesia, para actuar desde la tarea específica de evangelización y promoción humana integral y liberadora.
Esto exige una actitud de salir de sí mismos, de nuestras comodidades, para ir a las periferias geográficas y existenciales, ahí donde se está a la intemperie de las seguridades, compartiendo el trabajo solidario por una vida más humana y más digna de hijos de Dios.
Estar ajenos de lo que pasa en nuestro país no es una buena señal, es necesario manifestarnos pacíficamente y evitar las confrontaciones violentas que no garantizan la solución de los problemas, que son añejos y como las telarañas están entrelazadas por todos lados, es decir, estamos ante un escenario incierto en el que no se puede hacer caer la responsabilidad sólo en actores individuales, se trata, tal parece, de un sistema en proceso de descomposición que requiere de responsabilidad y compromiso social para afrontar y gestionar soluciones de fondo.
No dejemos que se derramen las aguas de este hervidero de malestar social, minimizándolo como si no pasara nada, la alerta está encendida, es una llamada a la responsabilidad compartida, llena de esperanza activa de que es posible esa otra sociedad que anhelamos, que con una acción conjunta podemos hacer valer la justicia cuyo fruto será la paz.
“Los desafíos son para superarlos. Seamos realistas, pero sin perder la alegría, la audacia y la entrega esperanzada. ¡No nos dejemos robar la fuerza misionera! (Exhortación Apostólica: La Alegría del Evangelio N° 109). Son palabras también del Papa Francisco que nos exhorta, aplicándola a este contexto que nos está tocando vivir en nuestro país, a dar aportes desde nuestra misión evangelizadora, con valentía, esperanza y audacia. Que Dios los bendiga.
Pbro. Gabino Tepetate Hernández Publicado en el periódico «Diócesis de Querétaro» del 2 de noviembre de 2014