A la memoria de Mons. Salvador Espinosa Medina
Luego de todo lo que vimos en las precampañas, campañas, elecciones y situaciones postelectorales, (¡además de la noticias diarias de más violencia!) se antoja un pequeño momento de reflexión ciudadana: ¿hacia dónde caminamos todos los que vivimos en México, nuestra patria?
La palabra patria (patria también en latín) hace referencia a paterno, del padre, de los abuelos (en latín patrius); en este sentido se utiliza en patria potestas: la autoridad del padre; también en dii patrii: los dioses de la familia y del Estado (en latín penates), que en una frase como a suis diis penatibus eiectus, significa casa: fue expulsado de su casa; mientras que en in penates meos adsciscere significa recibir en mi familia. Hay pues una estrecha relación entre padres, familia, casa, Estado.
Podemos servirnos de tres frases de Cicerón para esta breve reflexión:
1. “La patria, madre común de todos nosotros” (“Patria, quae communis est parens omnium nostrum”. Cat. 1, 17). En una familia cada uno ocupa su lugar, todos son diferentes y por lo mismo iguales, todos gozamos de la misma dignidad y, cada uno tenemos responsabilidades propias. El padre de familia tiene una autoridad (auctor en latín, de la cual procede autoridad, significa autor, promotor, consejero, el que hace crecer, el que nutre), misma que debe estar lejos de todo paternalismo que termina haciendo inútiles a quienes debe hacer crecer. En una familia todos deben aportar lo mejor de sí mismos para bien de todos. Lejos de nuestra patria toda forma de autoritarismo y mesianismo, queremos trabajar juntos ciudadanos y servidores públicos legítimamente electos, en la paz y seguridad que da el hogar común. Los Obispo de México afirmaron con motivo de las elecciones: «Reconocemos y animamos una real división de poderes en el Estado: “es preferible que un poder esté equilibrado por otros poderes y otras esferas de competencia, que lo mantengan en su justo límite. Este el principio del “Estado de Derecho”, en el cual es soberana la ley y no la voluntad arbitraria de los hombres». Creemos que para ejercer correctamente la “potestas” es necesario ganarse a pulso la “auctoritas”.
2. “Creo que hay dos patrias, una la de la naturaleza, otra la de la ciudadanía” (“Duas esse censeo patrias, unam naturae, altera civitatis”. Leg. 2, 5). Se ha dado un crecimiento vertiginoso de nuestra ciudad de Querétaro, lo que exige dar respuesta a las necesidades creadas, los especialistas dirán hasta dónde esto ha sido cumplido cabalmente. Una vez más, toca a cada uno de los que hemos hecho de Querétaro nuestra patria, dar lo mejor de nosotros mismos, dejando atrás vicios que en nada contribuyen al bien común. En la antigüedad uno de los castigos más crueles era el destierro: ser forzado a dejar la patria, la familia, los propios dioses; que nuestra estancia común aquí sea fruto de la búsqueda convencida de fraternidad, de esa que todo ciudadano debe custodiar para que ella le custodie, para que ni ciudadanos ni servidores públicos padezcan el exilio forzado.
3. “Donde se vive bien, ahí está la patria” (“Patria est, ubicumque est bene”. Tusc. 5, 108). Nos llenamos de alegría cuando se hace del conocimiento público que nuestra patria chica figura en algunos primeros lugares de calidad vida, ya sea de tipo económico, cultural, de servicios o seguridad. Este concepto de Calidad de vida que la ONU ha venido utilizando hace ya varios años, no debe confundirse con el nivel de vida, que acentúa principalmente los ingresos económicos, sino que supone también el entorno físico, arquitectónico, salud física y mental, la educación en todos sus niveles, la recreación y capacidad de pertenencia social. En 1967 el Papa Pablo VI afirmaba: “El desarrollo no se reduce al simple crecimiento económico.
Para ser auténtico debe ser integral, es decir, promover a todos los hombres y a todo el hombre. Con gran exactitud ha subrayado un eminente experto: «Nosotros no aceptamos la separación de la economía de lo humano, el desarrollo de las civilizaciones en que está inscrito. Lo que cuenta para nosotros es el hombre, cada hombre, cada agrupación de hombres, hasta la humanidad entera»” (PP 14). Estas palabras nos recuerdan el Poema de Cesar Vallejo intitulado:
Masa
Al fin de la batalla,
y muerto el combatiente, vino hacia él un hombre
y le dijo: «¡No mueras, te amo tanto!»
Pero el cadáver ¡ay! siguió muriendo.
Se le acercaron dos repitiéronle:
«¡No nos dejes! ¡Valor! ¡Vuelve a la vida!»
Pero el cadáver ¡ay! siguió muriendo.
Acudieron a él veinte, cien, mil, quinientos mil,
clamando «¡Tanto amor y no poder nada contra la muerte!»
Pero el cadáver ¡ay! siguió muriendo.
Le rodearon millones de individuos,
con un ruego común: «¡Quédate hermano!»
Pero el cadáver ¡ay! siguió muriendo.
Entonces, todos lo hombres de la tierra
le rodearon; les vio el cadáver triste, emocionado;
incorporóse lentamente,
abrazó al primer hombre; echose a andar…
Esta patria mía, la común, es la que tanto nos apremia.
Pbro. Mtro. Filiberto Cruz Reyes Septiembre de 2012