- Cristianos conscientes de su dignidad y naturaleza bautismal, para adquirir un compromiso decidido en la tarea de la Nueva Evangelización (cf. DA, 377).
- Cristianos abiertos a la escucha de la Palabra de Dios, para poder conocer la voluntad de Dios. “La misma Palabra de Dios reclama la necesidad de nuestro compromiso en el mundo y de nuestra responsabilidad ante Cristo, Señor de la Historia” (Exhort. Apost. Post. Verbum Domini, n. 99).
- Cristianos de ojos abiertos y corazón palpitante, para poder conocer e interpretar la realidad parroquial y poder así aconsejar, para dar una respuesta acertada. “Como discípulos de Jesucristo nos sentimos interpelados a discernir los “signos de los tiempos”, a la luz del Espíritu Santo, para ponernos al servicio del Reino, anunciado por Jesús, que vino para que todos tengan vida y “para que la tengan en plenitud” (Jn 10, 10)”. (cf. DA, 33).
- Cristianos cuyo centro sea la Eucaristía, para poder vivir de ella y así ser impulsados a la misión de llevar a muchos la vida en Jesucristo, Camino, Verdad y Vida. “No podemos acercarnos a la Mesa eucarística sin dejarnos llevar por ese movimiento de la misión que, partiendo del corazón mismo de Dios, tiende a llegar a todos los hombres. Así pues, el impulso misionero es parte constitutiva de la forma eucarística de la vida cristiana” (Exhort. Apost. Post. Sacramentum Caritatis, n. 84).
- Cristianos de diálogo, capaces de poder establecer puentes entre las comunidades, los movimientos, las asociaciones y los diferentes grupos que integran la parroquia y a quienes representa.
- Cristianos de una fe íntegra en Jesucristo, para descubrir en su vida la presencia viva de Dios y poder de esta manera comunicar al ser humano sentido y esperanza en su existencia. “Creer en Jesucristo es, por tanto, el camino para poder llegar de modo definitivo a la salvación” (cf. Motu Proprio Porta Fidei, n. 3).
- Cristianos alegres, pues la alegría como fruto del espíritu, es “antídoto contra un mundo atemorizado por el futuro y agobiado por la violencia y el odio”. (cf. DA, 29).
- Cristianos conscientes de que la conversión es un proceso constante, fruto de la gracia, a fin de llevar al ser humano a la vida de la santidad. “Poner la programación pastoral bajo el signo de la santidad es una opción llena de consecuencias. Significa expresar la convicción de que, si el Bautismo es una verdadera entrada en la santidad de Dios por medio de la inserción en Cristo y la inhabitación de su Espíritu, sería un contrasentido contentarse con una vida mediocre, vivida según una ética minimalista y una religiosidad superficial” (Carta Encíclica Novo Milenio Ineunte, n. 31) .
- Cristianos convencidos de la importancia de la formación cristiana en su vida, a fin de asumir un itinerario que lo lleve a conocer más su fe y poder introducirse en los misterios del Reino de Dios. “El discípulo es alguien apasionado por Cristo a quien reconoce como el maestro que lo conduce y acompaña”. (DA, 277).
- Cristianos enamorados de la misión, a fin de compartir desde su experiencia personal, la responsabilidad de la Nueva Evangelización en el Consejo Parroquial, como una pequeña comunidad de vida. El Consejo Parroquial de Pastoral debe ser, “un ámbito propicio para escuchar la Palabra de Dios, para vivir la fraternidad, para animar en la oración, para profundizar procesos de formación en la fe y para fortalecer el exigente compromiso de ser apóstoles en la sociedad de hoy” (DA, 308).
Ciudad Episcopal de Santiago de Querétaro, Qro. 27 de Octubre de 2012.
† Faustino Armendáriz Jiménez Obispo de Querétaro