Pbro. Filiberto Cruz Reyes
La Encíclica del Papa Francisco Laudato si’ ha generado una serie de respuestas positivas en diversos ambientes: en lo cultural, lo político, lo científico, etc., y por supuesto en el ambiente eclesial. Estas reacciones se han dado probablemente por ser “el cuidado de la casa común”, como afirmó el Obispo ortodoxo Ioannis Zizioulas, un tema del “ecumenismo existencial”.
Los griegos tenían un concepto fundante de toda una cosmovisión: oikos (que significa casa, vivienda, habitación, pueblo) y del que se derivan entre otros: oikeiotes (relación, emparentado, amistad), oikeiow (habitar, cohabitar, reconciliarse, estar familiarizado), oikonomeo (administración, encargo, responsabilidad de la casa), oikoumene (tierra habitada, mundo conocido y civilizado, universo).
Oikos significa, pues, casa, lugar donde se mora, espacio habitable y habitado. De este concepto los Griegos derivaron, dijimos, el de oikoumene, que en un sentido primigenio significó el mundo habitado hasta donde se extendía la influencia griega, la cosmovisión helénica; más allá era el mundo de los bárbaros. Es un poco la idea que siempre ha tenido el imperio en turno, que impone su cosmovisión y cultura: su lengua, su moneda, su comercio, etc. La oikoumene llegó después a significar el mundo habitado en el que coexiste una variedad de pueblos con sus respectivas lenguas y culturas. Una perspectiva geográfica y otra cultural constituían entre los Griegos el fundamento principal de la casa común.
En el ambiente eclesial de los últimos años “ecuménico” ha llegado a significar en general todo esfuerzo para alcanzar la unidad de los cristianos.
En la presentación oficial de la Encíclica del Papa Francisco fue invitado a comentar el texto Ioannis Zizioulas, un Obispo de la Iglesia ortodoxa y uno de sus más grandes teólogos de los últimos años. Este hecho es ya un ejercicio de ecumenismo por parte del Papa. Con motivo de este acontecimiento histórico, pues es la primera vez que un obispo ortodoxo es invitado a un acontecimiento de este género, hizo una serie de afirmaciones en una entrevista que concedió al Padre Antonio Spadaro, sacerdote jesuita. Dice Zizioulas que el tema de la casa común es un tema de ecumenismo existencial porque “los problemas como la justicia social y la salvaguarda de la creación deben revestir un puesto central en las relaciones ecuménicas”. En efecto, los problemas de contaminación, por ejemplo, afectan a todos, sin distinción de credo religioso. Plantar árboles en común con cotos los vecinos, es algo que a todos nos beneficia.
Para Zizioulas la crisis ecológica es esencialmente un problema espiritual, y afirma, la Encíclica lo dice con claridad. Hay entre este teólogo ortodoxo y el Papa un bagaje cultural-religioso común, el de una espiritualidad cristiana que fue común el primer milenio de cristianismo y que ahora juntos redescubren: además de las Sagradas Escrituras, el de los Padres de la Iglesia. Por eso, el pensamiento de ambos coincide en que en nuestra cultura actual reina un individualismo, nos concentramos en buscar la felicidad como si fuera un bien individual, y perdemos de vista las conexiones de las cuales el Papa habla con frecuencia en la Encíclica: el ser humano está ligado a Dios, los hermanos y la creación. Este individualismo nos hace perder de vista también la responsabilidad que tenemos respecto a las futuras generaciones.
Frente a esto, Zizioulas propone que debemos redescubrir los cristianos dos fuentes fundamentales de la tradición cristiana: la vida eucarística y litúrgica, así como la ascética. En la primera, lo creado (pan y vino) es santificado hasta llegar a ser el Cuerpo y Sangre de Cristo, ahí el ser humano actúa como “sacerdote” de la creación. La práctica del ascetismo pone límites a la ambición humana y al egoísmo, causas de la crisis ecológica de nuestro tiempo. Al ser el hombre sacerdote de la creación toma el mundo en sus manos para presentarlo a Dios, y en respuesta recibe de Dios la bendición sobre lo ofrecido. Como dice el Papa, el mundo salido de las manos de Dios, regresa a él en adoración.
Por esto tampoco es casual las afirmaciones del Papa que son extraordinarias y que maravillan a más de uno, por ejemplo, lo que afirma en su Carta con la que concede la indulgencia con ocasión del Jubileo extraordinario de la misericordia: “En las capillas de las cárceles podrán ganar la indulgencia, y cada vez que atraviesen la puerta de su celda, dirigiendo su pensamiento y la oración al Padre, pueda este gesto ser para ellos el paso de la Puerta Santa, porque la misericordia de Dios, capaz de convertir los corazones, es también capaz de convertir las rejas en experiencia de libertad”.
Esto significa que somos imagen y semejanza de Dios, y nada puede borrar absolutamente es don que Dios nos ha dado. Tomemos conciencia de ello.