El Papa Francisco no ha dejado de dirigirse a las conciencias de quienes como pastores de la Iglesia estamos al servicio del pueblo de Dios, desde las altas jerarquías y a quienes ejercen su ministerio en lugares y con los sectores populares de las periferias y poblaciones más distantes de las grandes ciudades; sus palabras interpelan y hacen el llamado a un examen de conciencia a reconocer las limitaciones y pecados que lleven a pedir perdón por no ser siempre fieles y honestos en la misión de testigos y servidores de Jesús y su proyecto por el Reino.
Se ha podido constatar durante el periodo que lleva como Pastor de la Iglesia Universal, que el Papa Francisco, en cada una de sus meditaciones, reflexiones y discursos siempre ha tenido para sus interlocutores y destinatarios palabras sencillas, afectuosas y puntuales, señalando y denunciando los males de nuestros tiempos y exhortando al mismo tiempo desde el Evangelio a asumir con sencillez y humildad, pero con valentía la misión de servir y acompañar al pueblo de Dios que se debate por su sobrevivencia y búsqueda por encontrar caminos que lo lleven a una paz estable, duradera y de bienestar común.
Ha hablado abiertamente, con respeto y con caridad paterna y fraterna a los cardenales y monseñores de la Curia Romana felicitándolos por la Navidad y advirtiendo acerca de una serie de enfermedades o tentaciones como: el de sentirse inmune e indispensable; perder la sensibilidad humana; la excesiva planificación y funcionalismo; la enfermedad del “alzheimer espiritual; la rivalidad y vana gloria; vivir una doble vida fruto de la hipocresía y el vacío espiritual; la murmuración; la enfermedad de los aduladores; del individualismo; la enfermedad de la indiferencia respecto a los demás; de la cara fúnebre; de acumular bienes materiales; de la división; del círculo cerrado y del provecho mundano. Afirmando que dichas enfermedades son un peligro para todos los cristianos, pero también recordó que la cura a todas estas enfermedades o tentaciones es: vivir en la verdad y en la caridad. (Cfr. Discurso del Papa Francisco dirigido a la Curia Romana el día 22 de diciembre de 2014).
El mismo Papa Francisco ya en su exhortación “La Alegría del Evangelio” presentaba algunas orientaciones relacionadas con la evangelización en el mundo actual, invitando a los episcopados locales al discernimiento sobre todas las cuestiones que afectan a la Iglesia y al mundo que se plantean en sus territorios (Cfr. Exhortación La Alegría del Evangelio No. 16), en esta exhortación apostólica se encuentran ya mencionadas algunas de lo que ahora ha llamado tentaciones o enfermedades de las que hay que tener cuidado y combatir, dejando a un lado la pretensión de los privilegios en el servicio a la Iglesia.
La jerarquía eclesiástica y demás miembros de la Iglesia podemos constatar que en el Papa Francisco tenemos un ejemplo y el llamado para nuestra labor evangelizadora de no ser indiferentes a los males que padece la sociedad y la Iglesia y denunciar las causas que generan estas situaciones inhumanas, como el del crimen organizado, el de la corrupción, injusticias, desigualdades sociales, impunidad, desapariciones y muertes. La misión evangelizadora de la Iglesia tiene que tener presente estos distintos escenarios y desafíos en la que todos estamos llamados a esta -nueva- salida misionera, como lo recuerda el Papa Francisco, estrategia eclesial permanente que tiene su origen en el mandato de Cristo.
El Papa Francisco pide “Salir de la propia comodidad y atreverse a llegar a todas las periferias que necesitan la luz del Evangelio.” (Exhortación La Alegría del Evangelio N° 20). Y también nos explica que el compromiso de una misión evangelizadora consiste cuando “La Comunidad evangelizadora se mete con obras y gestos en la vida cotidiana de los demás, achica distancias, se abaja hasta la humillación si es necesario, y asume la vida humana, tocando la carne sufriente de Cristo en el pueblo” (Exhortación La Alegría del Evangelio N° 24).
Por lo tanto como Institución Eclesial los señalamientos, enfermedades o tentaciones de las cuales advierte el Papa Francisco tienen que ser reflexionadas con una actitud de autocrítica que lleve a una renovación de la vocación eclesial al servicio del Evangelio y ofrezca alternativas que den sentido a las realidades no solo religiosas, sino sociales y culturales de nuestros pueblos, de la que formamos parte y de la que juntamente requerimos, de una iglesia más solidaria con la sociedad.
Y en cuanto a quienes gobiernan al país, la sociedad les exige honestidad y que ejerzan un verdadero servicio para garantizar la seguridad y el bienestar de los ciudadanos y se les urge como una prioridad fundamental garantizar la justicia y la paz auténtica, estable y duradera que destierre la impunidad y la corrupción, principales lacras sociales generadoras del descontento social. Es así que en esta situación que vive nuestra sociedad y la Iglesia, no podemos renunciar a una vida digna de hijos de Dios y hermanos de los demás y procurarla es nuestra misión evangelizadora que nos viene de Aquél que se encarnó, Jesús El que Salva y nos reveló que es Él: Camino Verdad y Vida. (Jn. 14,6). ¡Feliz Navidad y Año Nuevo! Que Dios los bendiga.
Pbro. Gabino Tepetate Hernández