El Papa Francisco viajará a Brasil el 22 de este mes. Iniciamos hoy una serie de artículos para dar a conocer su biografía y su pensamiento.
Habemus Papam! Y salió al balcón el Card. Jorge Mario Bergoglio, que escogió por nombre el del santo patrón de Italia. Con un excelente italiano se dirigió a los fieles de Roma y enfatizó que era el nuevo obispo de la Ciudad Eterna. No fue elegido un papa italiano, pero el nuevo Pontífice parecía muy familiarizado con ese país. ¿De dónde procede el espíritu italiano del nuevo Papa?
Para saberlo, es necesario remontarnos a dos generaciones atrás en la historia de sus antepasados. En 1928, una familia genovesa, se apresuraba a vender todas sus posesiones pues creían que Europa no era ya una opción para vivir, pues una guerra mundial la había devastado y, aún sin recuperarse del todo, la tensión aumentaba cada vez más, a tal grado que se sospechaba de un nuevo conflicto armado.
Así, Rosa Bergoglio, la cabeza de esta familia, pensó en seguir los pasos de sus hermanos y encontrarse con ellos en Argentina. Al preguntarle a Jorge Bergoglio sobre el motivo de su abuela para cambiar su residencia a Argentina, él responde: “No [estaban mal en Italia], en realidad no. Mis abuelos tenían una confitería, pero quisieron venir para reunirse con sus hermanos. Eran seis en total y en Italia quedaron dos, un hermano y una hermana”.
En enero de 1929, la familia Bergoglio se embarcó en el “Giulio Cesare” y llegaron al puerto de Buenos Aires. El desembarque debió ser un espectáculo inusual, pues –explicaba el entonces arzobispo bonaerense, “ocurre que encabezaba el grupo una elegante señora vestida con un abrigo con cuello de zorro, por cierto magnífico, pero totalmente inadecuado para el sofocante y húmedo verano porteño. No era una estrafalaria ocurrencia de su portadora: en el forro de la prenda, Rosa Bergoglio llevaba el producto de la venta de los bienes que la familia poseía en Italia y con el que contaban para comenzar su nueva vida en la Argentina”.
Poco a poco, los Bergoglio obtuvieron, a través del trabajo duro, un buen nivel de vida en Argentina. Al hablar del esplendor de sus antecesores, el actual Papa recuerda que sus tíos abuelos habían llegado a Argentina desde 1922 y que habían creado una empresa de pavimentos en Paraná.
El hoy Pontífice recordaba con cariño que en esta ciudad, sus tíos abuelos edificaron “el palacio Bergoglio”, un gran edificio que tenía cuatro pisos, “que fue la primera casa de la ciudad que contaba con ascensor. Tenía una cúpula muy linda, parecida a la de la confitería “El Molino” de Buenos Aires, que después fue sacada del edificio. En cada piso vivía un hermano”.
Pero no todo fue prosperidad, pues, en 1932, con la gran crisis Argentina, los hermanos Bergoglio (el abuelo y los tíos abuelos del Papa) perdieron todo lo que tenían. No les quedó más remedio que seguir trabajando duro para superar esta desventura.
“Uno de mis tíos abuelos –recordaba hace años Mons. Bergoglio–, el presidente de la firma, ya había muerto de cáncer, otro empezó de nuevo y le fue muy bien, el menor se fue a Brasil y mi abuelo pidió prestados 2.000 pesos y compró un almacén. Papá, que era contador y que en la pavimentadora trabajaba en la administración, lo ayudaba haciendo el reparto de la mercadería con una canasta, hasta que consiguió un puesto en otra empresa. Empezaron de nuevo con la misma naturalidad con que habían venido”.
Entonces, esas fueron las raíces italianas de las que el nuevo Papa tomó parte de su cultura, y de las que absorbió la lengua de sus abuelos. Sin duda la Providencia lo estaba forjando para ser el primer Papa latinoamericano… pero muy italiano.