A mi hermana Juana, en su cumpleaños
En Egipto, hoy de mayoría musulmana (90 % aproximadamente), ser cristiano es un verdadero riesgo. Muchos cristianos, coptos en su mayoría, se tatúan debajo de la palma de la mano, en la muñeca, una cruz como profesión de su fe, y en muchos casos la ocultan pues esto podría ser incluso algo que pone en riesgo su vida. Según la Fundación Ayuda a la Iglesia que sufre, al difundir la denuncia de una organización egipcia: Asociación para las víctimas de secuestro y desaparición forzada, en Egipto en los últimos tres años más de 500 mujeres cristianas han sido secuestradas por hombres musulmanes y han sido obligadas a convertirse al Islam y a contraer matrimonio con sus captores, muchas veces después de haber sufrido violencia. Los torturadores “borran” con ácido la cruz de sus víctimas (L’Osservatore Romano, 15 Febrero 2014, p. 6).
Este 8 de marzo hemos celebrado como ya es costumbre el día internacional de la mujer. En la entrevista que el Papa Francisco concedió el 19 de septiembre del año pasado al P. Antonio Spadaro S.J., director de la revista La Civiltà Cattolica, hizo afirmaciones que justamente causaron revuelo, por ejemplo: “Es necesario ampliar los espacios para una presencia femenina más incisiva en la Iglesia […] La Iglesia no puede ser ella misma sin la mujer y el papel que esta desempeña […] En los lugares donde se toman las decisiones importantes es necesario el genio femenino. Afrontamos hoy este desafío: reflexionar sobre el puesto específico de la mujer incluso allí donde se ejercita la autoridad en los varios ámbitos de la Iglesia”.
Algunos, tal vez por ignorancia teológica y jurídica, pretendieron ver cosas que son temas ya cerrados en la discusión teológica, como por ejemplo, la ordenación sacerdotal de las mujeres. Este tema fue definido por el Papa Juan Pablo II con la Carta Apostólica Ordinatio sacerdotales, del 22 de mayo de 1994, en donde afirma: “con el fin de alejar toda duda sobre una cuestión de gran importancia, que atañe a la misma constitución divina de la Iglesia, en virtud de mi ministerio de confirmar en la fe a los hermanos (cf. Lc 22,32), declaro que la Iglesia no tiene en modo alguno la facultad de conferir la ordenación sacerdotal a las mujeres, y que este dictamen debe ser considerado como definitivo por todos los fieles de la Iglesia”. Una de las razones esgrimidas por el Pontífice es que la Ordenación no es un derecho, tampoco para los varones, es un don.
Francisco no profesa doctrina distinta, mas que nadie se sienta decepcionado. El feminismo de Francisco hunde sus raíces en la tradición de la Iglesia que siempre va en camino, hacia la plena humanización; iglesia accidentada pero no miedosa. La entrevista mencionada fue intitulada: “Busquemos ser una Iglesia que encuentra nuevos caminos”. En este contexto, el Papa pidió al Cardenal alemán Walter Kasper hacer una intervención ante los Cardenales reunidos en el Consistorio pasado, como preparación al Sínodo sobre la familia en el próximo octubre. Esta fue publicada en días pasados por el diario italiano Il Foglio, ahí el Cardenal afirma: “La presente intervención no puede afrontar todas las cuestiones actuales, ni pretende anticipar los resultados del Sínodo, es decir, del camino (odos) común (syn) de toda la Iglesia, el camino de la escucha atenta recíproca, del intercambio y de la oración”. El Papa hizo un elogio del Cardenal y trabajo al afirmar: “he leído teología profunda, también un pensamiento sereno en la teología […] Discúlpeme Eminencia si le causo turbación, perola idea es que esto se llama «hacer teología de rodillas»”. Es decir, el Papa nos está diciendo que para hablar de la mujer, la familia y otros temas concomitantes, tenemos que volver constantemente a la fuente que es el Evangelio, para superar las condicionantes de cada época, de las que no sólo la iglesia, sino todas las demás religiones sufren sus influencias; ser machista no es cuestión de religión, ni del Catolicismo ni del Islam, sino de la condición humana, de quien rechaza la dignidad de la persona humana. La Iglesia misma es hija de su tiempo en ese sentido, así por ejemplo, fue hasta el 27 de septiembre de 1970 en que el Papa Pablo VI “proclamó solemnemente a Santa Teresa de Jesús doctora de la Iglesia Universal. Una semana después, el 4 de octubre, confería el mismo título a Santa Catalina de Siena” (Royo Marín, Antonio; Doctoras de la Iglesia. Doctrina espiritual de santa Teresa de Jesús y Santa Catalina de Siena. BAC, Madrid 19793, p. 1). Hasta entonces había 30 Doctores de la Iglesia y cuando se había pretendido que una mujer fuera proclamada —el último intento había sido en 1923, bajo Pío XI—, la respuesta siempre había sido la misma: Obstat sexus.
Hoy Francisco dice que hay camino por andar juntos, en mutua escucha, intercambio y oración, por las sendas de la misericordia.
Filiberto Cruz Reyes