Al Papa Francisco le ha gustado subrayar, entre otros, dos aspectos: uno es la “alegría” y el otro es la “familia”. En relación a la alegría, lo vemos en el título de sus documentos, por ejemplo: “El Evangelio de la alegría”, o “La alegría del amor”, o “Alégrense y regocíjense”. En relación a la familia, vemos que convocó a dos Sínodos en dos años seguidos para tratar el tema de la familia, su realidad y vocación en la Iglesia y el mundo.
Así veo muy normal que en el Encuentro Mundial de las Familias, a celebrarse esta semana, del 22 al 26 de agosto en Dublín, Irlanda, el lema sea “El Evangelio de la familia: alegría para el mundo”.
Con este lema, el Papa Francisco no está ignorando o minimizando los problemas por los que pasan muchas familias. Sin caer en pesimismos, ve la realidad de millones de personas que viven su relación de familia como una alegría, que es auténtico testimonio para el mundo.
Ciertamente el Evangelio de la familia no significa una alegría comodita y placentera, fomentada por el egoísmo y el desenfreno ajeno u opuesto a Dios; sino una alegría de quien sabe morir a la tendencia pecaminosa y cultivar la belleza de la verdad y el bien, en el cultivo de una historia de amor que se va tejiendo cada día en los gozos y en las tristezas, en los logros y en las adversidades, pero siempre en la esperanza.
El desarrollo del Congreso y su culminación con el Festival, nos remitirá a la conocida Exhortación Apostólica del Papa Francisco, “La alegría del amor”, fruto del caminar de dos años en espíritu sinodal de la Iglesia Universal.
De México vamos una significativa representación, constituida por 33 obispos, 29 sacerdotes, 4 matrimonios y 6 laicos, en total 76 personas.
Desde luego que para quienes no puedan ir físicamente, sí habrá posibilidad de dar seguimiento a la Jornada por los medios electrónicos.
Yo veo en mi encuentro con las comunidades de los pueblos originarios, que el tema de la familia es muy valorado: se reconoce la familia como un regalo de Dios y se busca estar unidos, al pendiente unos de otros; pero también la frecuente movilidad, que lleva a cambio de domicilio y muchas veces cambio de formas de vida, aunque sea de una sola persona, cuando ésta regresa a su casa y familia, ya puede traer ideas y costumbres nuevas y que pueden afectar negativamente a la familia.
Reafirmemos, con el Papa Francisco, que en verdad la familia es parte central del Evangelio de Jesucristo y que dicho Evangelio sigue siendo alegría para el mundo. En otras palabras, querámonos al interno de nuestra familia. A su vez, unidos en familia, estemos al pendiente de ayudar en las necesidades y anhelos de otras familias, de esta manera seremos alegría para otras familias.
+ Rodrigo Aguilar Martinez
Obispo de San Cristóbal de Las Casas
Presidente de la Comisión de Familia, Vida, Jóvenes y Laicos