XXIII Domingo del Tiempo Ordinario – Lc. 14, 25 – 33
Este pasaje tiene tal claridad que comentarlo es solamente para dar alguna luz y concretar el compromiso del seguimeinto de Jesús, ya que son claras las condiciones para seguir a Jesús; lo que no vemos ordinariamente claro es la práctica de los seguidores o discípulos de Jesús. Él nos ha llamado para que estemos con él y para enviarnos a proclamar el evangelio, esto lo entendemos, ¿Pero realmente lo estamos viviendo? La respuesta está en el corazón y en la mente de cada uno, y toca responderle en conciencia a Jesús. Por eso ojalá nuestra reflexión no logre quitarle al fuerza ni la sorpresa que tiene, ni el rechazo que de manera inmediata pudiese tener esta enseñanza.
Jesús invita a todos a la opción radical por él, a cargar la cruz y a renunciar a todo; de otro modo, no podrán llegar a ser discípulos suyos. El discípulo ha de preferir a Jesús por encima de todo. Todas las realidades adquieren su verdadera dimensión y valor desde Jesús.
Esperando que se le prefiera a Él antes que a cualquier otro, Jesús desea de sus discípulos mucho más de cuanto un maestro suele, y puede pedir. Pero además, para suprimir cualquier excusa, añade a continuación que no es digno de seguirle, quien no le siga cargando la cruz. Por más dura que pueda parecernos, no deja de ser lógica la exigencia: el discípulo no es más que su maestro; el cristiano no puede salir mejor parado que Cristo. La vida del seguidor ha de seguir el camino recorrido por su Señor.
Quien rehúsa la cruz, quien no está dispuesto a aceptarla y cargarla, puede ser una bellísima y buena persona, pero no llegará a ser un buen discípulo. Hay que cargar con nuestra propia cruz, la que tanto nos duele es solo nuestra. Jesús ha reducido toda su enseñanza a tomar la cruz; quien la carga es su discípulo.
El seguimiento de Jesús es un asunto serio y ha de ser afrontado con responsabilidad; lo que nos va a pedir no es poco ni cómodo, y Él nos da un tiempo antes de aceptarlo. El exige ser el mayor de nuestros bienes. El discípulo no excluye sino que ama según distintas jerarquías, situando siempre a Dios en el centro de su vida; ha cedido el primer puesto al Señor.
Todo esto lo podremos hacer nuestro si asumimos el llamado de Jesús de estar con él, y discernirlo en la oración, y si saboreamos el compromiso de todo bautizado, es decir, compartir el amor de Dios a los demás en la misión.
Acojamos la invitación que nos hacía el Papa Benedicto XVI: “Hoy necesitamos más que nunca perseverar en la vocación, hoy necesitamos más que nunca, personas que se entreguen por entero”.
Una oración: “Señor, seguirte es duro y radical. Hoy quiero decirte una vez más que sí, que te sigo, que quiero ser de los tuyos. Dame la libertad de los hijos de Dios, para ser solo tuyo.
† Faustino Armendáriz Jiménez Obispo de Querétaro