Estamos iniciando el mes de Junio, dedicado al Sagrado Corazón de Jesús. El símbolo del corazón en el mundo bíblico remite al hombre entero, a su unidad interior y consciente que da sentido a su hablar, sentir, reaccionar, juzgar, hacer, donar y donarse; es en otras palabras, el tema del amor y la misericordia de Dios hacia el ser humano, de lo cual Francisco no se cansa de hablarnos y manifestarnos con signos: a través de la ventana del costado abierto de Cristo podemos tener acceso a la misericordia divina, es el deseo de Dios, “Mirarán al que traspasaron” (Jn 19, 37).
Durante su reciente viaje a Tierra Santa Francisco, al más puro estilo de los profetas bíblicos, hace una serie de signos que sin palabras, ofrecen y reclaman la paz. Dos de estos signos fueron el haberse acercado a orar a dos muros; uno, el que aísla a Belén convirtiéndolo en una de las autonomías palestinas dentro del Estado de Israel, una verdadera frontera; el otro, el llamado muro de los lamentos, donde los judíos acuden a orar. El primero es de reciente creación y ha sido llamado por muchos el “muro de la vergüenza”; el segundo, llamado también “muro occidental” es en realidad parte de la cimentación de la explanada del Templo. Oró además también frente al memorial de Yad Vashem, en el Museo del Holocausto; condenó también el terrorismo islamita. Condenó toda violencia, no estaba en contra de nadie, ni de judíos, ni del Islam, ni de ortodoxos cristianos; traspasó muchos muros protocolarios y prudenciales. Fue como peregrino de paz y por eso invitó a los líderes de Israel y Palestina a orar al Vaticano y a partir de ahí buscar juntos caminos reales de paz. Sí, históricamente se ha visto, cuando muchos caminos políticos han sido insuficientes para reorientar el rumbo de los pueblos, la religión ha sido el instrumento. En este caso Francisco nos ha recordado que ese abrazo frente al muro de los lamentos de tres líderes religiosos (judío, musulmán y cristiano) es “porque Cristo es nuestra paz; él ha unido a los dos pueblos en uno solo, derribando el muro de enemistad que los separaba” (Ef 2, 14).
Los obispos mexicanos en Visita Ad limina apostolorum en Roma estos días, esperaron el regreso de Francisco para terminar sus entrevistas. Lo han invitado a México para que también acá proclame que hay muros que hay que derribar. ¿Qué muros necesitamos derribar nosotros para estar en paz? ¿Cuándo nos decidiremos?
Publicado en el semanario «Diócesis de Querétaro» del 1° de junio de 2014