Frente al bombardeo comercial e ideológico del llamado “Halloween”, es bueno recordar lo que la Iglesia celebra y anuncia en estos días 1 y 2 de noviembre: el misterio de la Iglesia como semilla del Reino. Dice la Iglesia de sí misma que está compuesta por tres grandes grupos: la Iglesia Triunfante (los santos), la Iglesia purgante (los difuntos) y la Iglesia militante (los que estamos en este mundo).
El día 1º de noviembre la Iglesia celebra a todos los santos, esos hermanos de quien está cierta en la fe que ya comparten con Dios una vida más plena: los que hicieron el bien, los santos de la caridad, los educadores, los mártires, los misioneros, etc. Son esos hermanos de los que nos sentimos orgullosos, son de nuestra misma sangre, la de Cristo. El día 2 de noviembre la Iglesia celebra a ese otro grupo de la familia: los fieles difuntos. Son los hermanos que han muerto, los que extrañamos, los que nos dieron ejemplo, los que nos amaron, los que nos hicieron el bien, los que nos lastimaron, los que nos ofendieron, a los que nos faltó decirles más veces “te quiero” o “gracias”, etc. Son los que creemos están llamados también a participar de la visión o presencia de Dios para siempre, pero que por la condición humana aún necesitan purificarse, son la Iglesia purgante.
El tercer grupo celebramos a los dos anteriores, somos la Iglesia militante. Miles, -itis, en latín significa soldado. Somos los que estamos aún en la lucha cotidiana por hacer la voluntad de Dios, el único y verdadero enemigo es el pecado, la gran batalla se da en el interior de cada uno, hay que definirse: con Dios o contra Dios, es él el único que puede decir: “el que no está conmigo está contra mí”. Todos los demás somos hermanos de camino, vamos hacia él, todos estamos llamados a llegar a la casa del Padre común y nadie puede hacerlo solo. Gracias a los que nos acompañaron con su vida comprometida en el amor, pidamos por los que necesitan aún purificarse (se puede hacer obras buenas en su nombre). Gracias a los que interceden por nosotros y son ejemplos de vida, los “súper héroes” de carne y hueso: los santos.
En este contexto se vivió la visita de la Venerada Imagen de la Patrona de la diócesis a la ciudad episcopal: nuestra Señora de los Dolores, a quien con el poeta oramos (en este momento de sufrimiento de nuestra Patria), y que imagina a Cristo resucitado que se aparece a su Madre y le pide que permanezca entre nosotros, superando la impaciencia del alma:
— ¡Madre!
— ¡Oh Hijo, todavía blanco del sepulcro!
— Nunca más será el ocaso de esta aurora
Pero regresaré al Padre y Tú permanece
Mujer permanece todavía
Porque la tierra de tanto dolor
Moriría si también Tú vinieras.
(Antonio Corsaro, L’isola dell’amore lunare, 1962)
Publicado en el periódico «Diócesis de Querétaro» del 2 de noviembre de 2014