de Enrique Díaz Díaz
Obispo Coadjutor de San Cristóbal de las Casas
Efesios 6, 1-9: “Obedezcan como quien sirve a Dios y no a los hombres”
Salmo 144: “El Señor es fiel a sus palabras”
San Lucas 13, 22-30: “Vendrán del oriente y del poniente y participarán en el banquete del Reino de Dios”
La pregunta que le hacen al Señor, nos puede parecer muy interesante: ¿Es verdad que son pocos los que se salvan? Quizás también nosotros estemos interesados en saber el número de los que entran en el Reino de Dios.
Los hermanos protestantes con frecuencia aducen cifras donde sólo caben ellos y descartan a todos los que no son de su congregación. Con tan sólo pertenecer a su grupo, ofrecen la vida eterna, pero Jesús va mucho más allá. No responde números. Cristo pide y exige coherencia en la vida. A veces damos la impresión de ser cristianos esperando la última tablita que nos alcance la salvación, cuando toda nuestra vida hemos vivido alejados del Señor.
No basta hablar, no basta estar cerca, no basta ponerse vestidos, hay que vivir conforme al Evangelio. No se trata de hacer lo mínimo, se trata de una entrega completa. No se trata sólo de decir Señor, Señor, sino de responder con fidelidad al Señor y a su proyecto.
Quizás nos hemos detenido muchas veces a buscar elementos que nos aseguren una salvación, pero nos hemos olvidado de lo que es más importante del Evangelio: participar del plan de Salvación que Dios ofrece a todos los hombres. ¿Qué estamos haciendo nosotros para que este sueño de Jesús alcance a todos los hombres y mujeres de todos los pueblos y naciones? No es que vayamos a conquistar a otros, es que queremos hacerles partícipes de la riqueza que nos ha dado el Señor Jesús al habitar en medio de nosotros. Las palabras de Jesús son muy claras:
“Todos ustedes que hacen el mal no podrán participar del Reino de los Cielos” Que no merezcamos esta condena de Jesús, porque no basta beber y comer ocasionalmente con Jesús; hay que compartir su vida y destino, cuyo símbolo es la comunión de la mesa con los humildes y sencillos. Es decir, el reino de Dios es para Jesús un banquete donde todos nos reconozcamos como seres humanos con dignidad, con derechos y deberes; hombres y mujeres que vayan más allá de las fronteras del color, la raza, religión, color político o nación y que abran las puertas del reino a toda persona. Indudablemente quienes no quieren compartir el proyecto y destino de Jesús, no participan de su banquete de justicia, la solidaridad y la salvación.
Y es que la salvación no es un asunto de exclusión de los malos, los extranjeros, los huérfanos, las viudas, los pecadores, los ancianos y los niños. La salvación es una buena noticia para todos, y los más afligidos, excluidos y marginados tiene su lugar predilecto.