En días pasados, se realizaron en la Ciudad de México y en muchas otras partes del país diversas marchas para defender la familia natural, que sólo existe entre un hombre y una mujer que se aman, se complementan, se ayudan y colaboran con Dios en la generación de nuevas vidas. Se organizaron ante la amenaza de cambiar la Constitución Política del país, para llamar matrimonio a cualquier unión entre dos personas incluso del mismo sexo.
Al mismo tiempo, hubo manifestaciones en sentido contrario, para defender lo que consideran un derecho de quienes intentan formar otro tipo de familias, con cohabitación marital entre personas del mismo sexo.
Tanto en la ciudad de Tuxtla Gutiérrez como en Tapachula, se organizaron eventos de esta naturaleza, con mucha participación. ¿Por qué no los hubo en nuestra ciudad de San Cristóbal? Por tres razones principales: Porque no hubo fieles laicos que los promovieran y son ellos los que en otras partes los alentaron; los obispos apoyamos sus iniciativas, pero son los creyentes laicos a quienes corresponden estos eventos. Además, porque con tiempo los obispos y los integrantes del Consejo Interreligioso de Chiapas hablamos de estos puntos con los líderes del Congreso local. Y sobre todo porque, de común acuerdo con las familias del Encuentro Matrimonial Mundial de la diócesis, promovimos nueve conferencias sobre lo que es una verdadera familia, según el plan de Dios. Estamos dando estas conferencias durante nueve sábados, desde el 17 de septiembre hasta el 11 de noviembre, en el Seminario diocesano, de 7 a 8.30 de la noche, con invitación abierta a jóvenes y a matrimonios. De esta manera, estudiamos y profundizamos el sentido del amor, de la fidelidad, de la exclusividad del matrimonio y de la familia. Así, ponemos cimientos sólidos para formar familias como creemos que Dios quiere.
No ofendemos a quienes tienen otras tendencias en su sexualidad. Son personas a quienes se debe respetar y no dañar. Cada quien es libre para vivir su sexualidad. Nosotros sólo ofrecemos lo que Dios nos dice sobre la familia. Respetamos a quien no quiera tomarlo en cuenta, pero no se vale que nos ofendan y calumnien por manifestar nuestra fe.
Creemos que sin una familia como Dios quiere, no hay futuro. En la familia están los cimientos de la convivencia social y del progreso. Sin una familia estable y armónica, sólo hay violencia, inseguridad, miedo, soledad, agresividad. Los grupos violentos y el crimen organizado reclutan a adolescentes y jóvenes provenientes de familias desintegradas. Por ello, si queremos tener un México, un Chiapas y un pueblo en paz y en progreso integral, salvemos la familia, protejamos la familia, formemos familias bien cimentadas en el amor adulto, en el diálogo conyugal y familiar, en el trabajo compartido, en la fe cristiana bien informada y comprometida. De estas familias dependen la sociedad y la Iglesia.