De Enrique Díaz Díaz
Obispo Coadjutor de San Cristóbal de las Casas
Santa Isabel de Hungría
Apocalipsis 5, 1-10: “El Cordero fue sacrificado y nos redimió con su sangre”
Salmo 149: “Bendito sea el Señor”
San Lucas 19, 41-44: “Si comprendieras lo que puede conducirte a la paz”
Muchas veces me he imaginado esta escena pero cambiando un poco el escenario. Jesús contempla ya no Jerusalén sino cada una de nuestras ciudades. Impresionantes manchas de construcciones, de ruidos, de luces y de movimiento. Cada hombre y mujer absortos en sus ambiciones y en sus sueños, cada uno envuelto en sus preocupaciones y en sus negocios.
Todos luchando a su manera pero de una forma individual, con sus principios, con sus objetivos y con sus métodos. Pero la gran sociedad no logra ser una familia y pierde la paz. ¿Cómo nos contempla Jesús? Podríamos hoy también decir que está cerca de nuestras poblaciones, las contempla y llora. Su llanto tiene una razón: ha sentido el rechazo del pueblo al que ha venido a salvar. Los contempla fallando en la misión para la que fueron creados. Han sustituido a Dios por las cosas pasajeras y han perdido la paz.
No tenemos la paz exterior pues nuestras ciudades se han convertido en un verdadero peligro, en violencia y agresiones; pero tampoco la paz interior porque estamos jalonados por intereses mezquinos y contradictorios que nos producen ansiedad y división del corazón. “¡Si en este día comprendieras tú lo que puede conducirte a la paz!”, también exclama hoy Jesús al contemplarnos. Pero parece estar oculto a nuestros ojos que se han deslumbrado por los oropeles de una felicidad fácil y de un placer comprado; porque dejando el verdadero sentido de hombre y mujer, llamados al verdadero amor, al servicio y a compartir, nos afanamos en encontrar nuestra realización en las cosas externas.
Porque lejos de vivir como hermanos que saben compartir y disfrutan la presencia del hermano, nos encerramos en nuestro egoísmo y nos protegemos de las miradas de los otros. Hemos perdido el rumbo de la felicidad y Cristo hoy nos hace un nuevo llamado.
Nos insiste en que aprovechemos la oportunidad que Dios nos regala. El ejemplo está en el mismo Jesús que es el hombre más pleno, más libre y más feliz. ¿Nos dejaremos amar por Jesús? ¿Podremos compartir con Él nuestro destino? ¿Llorará también al contemplarnos?