de Enrique Díaz Díaz
Obispo Coadjutor de San Cristóbal de las Casas
11 Octubre
Gálatas 5, 1-6: “La circuncisión no tiene valor, solamente la fe, que se manifiesta por medio de la caridad”
Salmo 118: “Señor, ten misericordia de mí”
San Lucas 11, 37-41: “Den limosna, y todo lo de ustedes quedará limpio”
Siempre me he cuestionado por qué Jesús acepta invitaciones de los fariseos, convive con ellos, come con ellos, si siempre están observándolo, siempre están criticándolo y tratando de ponerlo en evidencia.
A mí me parece que Jesús nunca se da por vencido y siempre espera la conversión del pecador. No creo que Jesús vaya a sus casas con la intención de ponerlos en evidencia. San Lucas nos presenta con frecuencia esta forma de actuar de Jesús: esperar la conversión precisamente allí donde parece que no habría esperanza.
Así que otra vez encontramos a Jesús en la casa de uno de los fariseos y otra vez suscita la murmuración y la desaprobación por transgredir sus leyes. ¡A Jesús se le olvidó lavarse las manos! ¡Grave pecado! Y no es que falte a las reglas de urbanidad o que no le importe la salud, sino que no lo hace de la forma ritual que lo establecen las costumbres. Pero ante la murmuración y la crítica Cristo ofrece un planteamiento muy diferente: más allá de los rituales y los lavatorios está la limpieza del corazón.
Parece muy fácil decirlo pero también para nosotros resulta todo un reto dar más importancia al interior que al exterior. Bastaría ver los escándalos que armamos por cualquier insignificancia que se olvida o se suprime, para darnos cuenta que no estamos valorando debidamente lo que es más importante. Más que limpiar vasos y platos en su exterior, Cristo propone un compartir de lo nuestro con los hermanos.
No nos dice que ofrezcamos una limosna de lo que nos sobra o de lo que ya no sirve; especifica muy claramente: “una limosna de lo que tienen”, esto es, una participación de lo que es nuestro. No es dar las sobras para acallar la conciencia, es compartir lo nuestro para hacer la mesa común.
Así Jesús, nuevamente en torno a una mesa, nos presenta su sueño y lo hace ante los fariseos que han optado por los rituales más que por la vida. Y es un cuestionamiento también para nosotros: ¿Cuál es nuestra actitud? ¿Qué nos dice a nosotros Jesús?