DESDE LA CEM: Participar para transformar.

Mensaje de los obispos mexicanos con motivo del proceso electoral 2018

Queridos hermanos y hermanas de la Iglesia que peregrina en México:

1. Participar en la vida cívica y política de nuestras comunidades es una obligación ciudadana y cristiana que no podemos ni debemos obviar. Sólo participando podemos transformar positivamente nuestra nación, en fidelidad a sus orígenes y a su destino histórico.

Durante el presente año se realizarán elecciones en las que se renovarán más de 3 mil cargos públicos en 30 entidades federativas, incluyendo al Presidente de la República, a los Senadores, a los Diputados federales, a 9 gobernadores, a más de 1000 alcaldes y una parte importante de los diputados locales. Sin embargo, lo más relevante es que cerca de 90 millones de mexicanos, mayores de 18 años, podremos emitir nuestro voto de manera libre y secreta.

A continuación deseamos compartirles algunos elementos que ayuden al discernimiento personal y comunitario que cada fiel cristiano está llamado a hacer para cumplir con la obligación moral de elegir a sus gobernantes y legisladores.

2. En la actualidad, como en otros momentos debemos recordar que “en las situaciones concretas, y teniendo siempre en cuenta la solidaridad que nos es debida, es necesario reconocer una legítima variedad de opciones [políticas] posibles. Una misma fe cristiana puede conducir a compromisos diferentes.” (Cfr. Paulo VI, Octogesima Adveniens, 50). Esto quiere decir que la fe cristiana trasciende las propuestas políticas concretas y deja en libertad a los fieles, para que elijan en conciencia de acuerdo a los principios y valores que han descubierto en la experiencia de la fe.

Jesucristo, núcleo central de nuestra fe, nos revela verdades fundamentales que también son accesibles a la razón humana y que ayudan a que la vida de todos sea más digna y libre: el respeto que merecen las personas desde el momento de la fecundación y hasta la muerte natural; la importancia del matrimonio heterosexual y monogámico; la vigencia de la más plena libertad para vivir de manera individual y asociada de acuerdo a nuestras opciones en conciencia en materia religiosa; la centralidad ética y social que poseen los más pobres y excluídos de nuestras sociedades, etcétera.

3. En el escenario concreto que vivimos, cuando los valores fundamentales palidecen, es preciso hacer el esfuerzo de un discernimiento crítico que nos permita optar en conciencia por quienes puedan realizar en lo posible el auténtico bien común. Por lo que exhortamos, a todos los cristianos y personas de buena voluntad, a:

  • Participar cívicamente: entre más ciudadanos participen organizadamente en las elecciones, más posibilidades habrá de que nuestra sociedad madure y sea corresponsable en la gestión del bien común. Todos debemos alentar la participación.
  • Orar en familia y en comunidad: para que la próxima jornada electoral se realice, en paz y armonía, y sea al mismo tiempo, una gran ocasión para que desde la fe todos podamos mostrar nuestro compromiso con México, es decir, con el pueblo real, que hoy se encuentra, en diversas regiones y en difíciles circunstancias, sufriendo.
  • Buscar el “bien posible”: hay que evitar a toda costa elegir en base al “mal menor”. En la enseñanza de la Iglesia el mal moral no puede ser elegido nunca ni como fin ni como medio. El principio del “mal menor” sólo aplica cuando los males en juego son de orden físico, no moral. En contextos complejos e imperfectos lo que debe imperar es la búsqueda del “bien posible” que aunque sea modesto, todos estamos obligados a procurar. En un proceso electoral como el que tendremos, esto significa que la conciencia cristiana debe discernir cual de las opciones puede generar un poco más de bien, tomando en cuenta la complejidad de las circunstancias. Hacer el “bien posible” significa impulsar lo que aporte al bien común, a la paz, a la seguridad, a la justicia, al respeto a los derechos humanos, al desarrollo humano integral y a la solidaridad real con los más pobres y excluidos.
  • Elegir a las personas: en todos los partidos podemos encontrar personas más o menos comprometidas con el bien común. Por ello, es necesario discernir por quién votar. Lo prudente  y responsable es buscar para cada puesto de elección popular a la persona más idónea y no dejarnos manipular para que votemos en bloque por un solo tipo de propuesta, de manera irreflexiva y mucho menos bajo alguna modalidad de “compra de voto”. Entre más libertad exista al momento de elegir, más capacidad tendremos al momento de exigir.
  • El México que queremos es posible: y requiere fundamentalmente de un gobierno que trabaje con honestidad y eficacia; pero también, de ciudadanos participativos que den seguimiento a los procesos de Justicia, Fraternidad y Paz. El voto de los mexicanos, debe producir Gobernantes y autoridades responsables; y generar una opinión cívica crítica. Pues en el ejercicio ordinario de los funcionarios, nuestro voto exige el sano control sobre nuestros políticos: en su remuneración y gratificaciones, en los gastos de partidos y publicidad, en los proyectos y obras públicas, en el control de la corrupción, la ilegalidad y la eliminación de arbitrariedades.

4. Sólo la presencia participativa, de manera constante y solidaria en la vida de nuestro país, destierra gradualmente la violencia, la corrupción, la impunidad y el compadrazgo. Es tiempo de que los católicos, acompañados de todos los hombres y mujeres de buena voluntad, trabajemos comprometidamente por un México más próspero y pacífico, más solidario y participativo, más atento al rostro de los más pobres y menos cómplice de quienes los olvidan, los manipulan o los marginan.

5. Santa María de Guadalupe, Madre del verdadero Dios por quien se vive y Patrona de nuestra libertad, interceda por nosotros, para que trabajemos sin desfallecer por la unidad y soberanía de nuestro pueblo; por la promoción y defensa de nuestras comunidades y familias; y por reintegrar en su dignidad a todos aquellos, hermanos nuestros que hayan sufrido alguna vejación, discriminación o inequidad. Que Ella preserve la paz en nuestra Patria, nos dé buenos gobernantes y nos permita descubrir los caminos de justicia, reconciliación y esperanza por los que como sociedad debemos transitar desde el momento presente.

 

Por los obispos mexicanos.

 

Ciudad de México, a 19 de marzo de 2018.

+ Card. José Francisco Robles Ortega

Arzobispo de Guadalajara

Presidente de la CEM

+ Mons. Alfonso Miranda Guardiola

Obispo Auxiliar de Monterrey

Secretario General de la CEM