de Enrique Díaz Díaz
Obispo Coadjutor de San Cristóbal de las Casas
Óyeme, niña, levántate
31 Enero
San Juan Bosco
Hebreos 12,1-4: “Corramos con perseverancia la carrera que tenemos por delante”
Salmo 21: “Alaben al Señor los que lo buscan”
San Marcos 5,21-43: “¡Óyeme, niña, levántate!”
Jesús viene a trastocar todos los prejuicios y discriminaciones que vivía el pueblo judío. Hoy San Marcos nos presenta su relación tan especial con las mujeres. Dos mujeres que están condenadas a la esterilidad y al desprecio. Una niña de doce años está al borde de la muerte y una mujer que padece flujo de sangre, curioso también desde hacía doce años, son las personas centrales de la narración. No es difícil imaginar los sentimientos de los familiares y amigos de ambas. Una niña condenada a la muerte sin tener esposo, sin haber dado hijos, sin haber prácticamente vivido “la vida”; y una mujer sometida a una de las enfermedades que eran vistas como castigo de impureza y de pecado, no podría acercarse a ninguna persona pura, muchos menos a Jesús. Hay varios puntos comunes entre las dos mujeres: las dos están perdiendo la vida; las dos serán discriminadas; las dos hacen referencia a los doce años, número simbólico para el pueblo; y las dos son sanadas por un acto de fe. Si por una parte Cristo rompe todos los esquemas para acercarse, o dejarse tocar por la mujer, que para el caso es lo mismo, por la otra San Marcos nos muestra que la fe en Jesucristo rompe las situaciones de marginación y exclusión en que se encontraban. La curación de estas dos mujeres aparece como la respuesta a una fe sencilla pero total en el poder de Jesús. Siguen vigentes en nuestras comunidades muchas discriminaciones y la forma de romper con ellas nos la muestra este pasaje: asemejarnos a Jesús y despertar una gran fe en su poder liberador. Que también a nosotros nos diga: “Tu fe te ha curado” “No temas, basta que tengas fe”.