Nuestra sociedad está sumergida en una profunda crisis económica, política y social; una crisis de valores que está causando una descomposición generalizada. Lo que más está dañando a la sociedad es la inseguridad, la corrupción y la violencia; son palpables los daños graves a la familia y a la sociedad en la dignidad y respeto a la vida humana, a la educación, al trabajo y convivencia; valores que son pilares de la vida social. Tenemos el deber de exigir y colaborar para tener mejores leyes y que se cumplan, de contar pronto con el fiscal anticorrupción que, dotado de instrumentos adecuados, esté más en relación con la sociedad y le dé cuentas para hacer realidad su función.
Las crisis sociales son llamadas urgentes a replantearse la manera de relacionarnos en la sociedad, de educar y de hacer política. Los católicos no podemos quedar indiferentes; también nos urge revisar la manera de vivir y de transmitir la fe; tenemos la exigencia evangélica de ser fermento y sal en nuestra sociedad con la luz de la fe y del amor de Dios. Apostamos por la vivencia más testimonial de vivir la fe desde las familias para cambiar costumbres y actitudes que dañan, para mejorar la vida concreta de nuestra familia y colaborar por la reconciliación y la paz social; no es fácil, pero vale la pena trabajar hasta lograrlo. Vamos a hacerlo de la mano de la Santísima Virgen en su advocación de Ntra. Sra. Inmaculada de Juquila. Vamos a centrarnos en tres tareas:
1- Orar y fortalecer la fe desde la familia. La paz es un don de Dios que hay que pedir en oración dispuestos a colaborar con lo que tenemos; la oración personal diaria y en familia nos dará luz y fuerza, serenidad y paz interior; nos mantendrá abiertos a Dios y con la mirada fija en la meta final para no perder el rumbo en la vida. Los esposos renueven cada año su sacramento del matrimonio, aseguren que sus hijos, a más tardar desde los 7 años de edad, participen en el proceso de la Iniciación Cristiana; vivan y disfruten el domingo como el Día del Señor y de la familia participando en la Misa o Celebración Dominical.
2- Luchar por mantener la familia unida en la fe y en el amor. Es la misión primera y la ofrenda más agradable a Dios de las mamás y papás cristianos; sacar tiempo para dialogar como esposos y con sus hijos fortalecerá ante peligros, cerrará heridas y ahorrará muchos problemas; luchar para que su familia sea escuela de fe y un taller donde se aprenda y se ejercite a servir, a convivir con respeto y en paz. Es el camino para llegar a disfrutar de la alegría del amor, para hacer de los miembros de la familia portadores y sembradores de esperanza, de otra manera de vivir mejor. Es el camino de la fe que siempre nos conduce a la vida auténtica y a la paz.
3- Orar y trabajar por la reconciliación y la paz social. Trabajemos desde la familia para prevenir y erradicar vicios, adicciones y la violencia intrafamiliar; ya hay centros de orientación y de ayuda al respecto; proyectar la fe fuera del hogar con el esfuerzo de ser más honestos y solidarios en el trato con las personas del barrio, en la escuela, lugar de trabajo y comunidad. Desde la presencia y trabajo diario de cada uno, oremos y luchemos para que el Señor nos conceda la reconciliación y la paz social en Oaxaca. La Virgen nos quiere ver reconciliados y luchando por caminar juntos hacia una vida mejor. En este esfuerzo extra, con actividades y pasos previos, preparamos desde las parroquias una peregrinación diocesana a pie a Juquila con motivo del tercer aniversario de su Coronación Pontificia.
+ José Luis Chávez Botello
Arzobispo de Antequera Oaxaca.