de José Luis Chávez Botello
Arzobispo de Antequera-Oaxaca
Cuánta preocupación, desconfianza, enojo y desesperación por la corrupción, violencia, inseguridad e injusticia social; lo respiramos y sufrimos todos. Nada más reconfortante que ponernos en manos de la Virgen de Guadalupe; nos hará mucho bien escuchar y meditar su Mensaje desde el corazón en cada hogar: «Juanito, Juan Dieguito… el más pequeño de mis hijos…. Deseo vivamente que se me erija aquí un templo, para en él mostrar y prodigar todo mi amor, compasión, auxilio y defensa a todos los moradores de esta tierra y a los demás amadores míos que me invoquen y en mí confíen».
Sabemos que el Obispo pareció no darle crédito; Juan Diego se entristeció, experimentó impotencia y desaliento; pidió a la Virgen encargara la encomienda a otro más importante. La Virgen le responde: «Es nada lo que te asusta y te aflige. No se turbe tu corazón ni te inquiete cosa alguna ¿No estoy yo aquí que soy tu madre? ¿No estás bajo mi sombra? ¿No estás por ventura en mi regazo?… Sube ahora, hijo mío, a la cumbre del cerrillo donde hallarás diferentes flores; córtalas y tráelas a mi presencia».
Recojamos el Mensaje de cercanía, de consuelo y ternura que levanta el ánimo y nos invita a ver hacia adelante… hay un futuro mejor y más bello para nosotros, pero hay que subir cerrillos donde a pesar de inviernos hay vida y flores; solo hay que cortarlas y llevarlas a la presencia de la Virgen Santísima; nos asombraremos de gozo. Subir el cerrillo a cortar las flores es cambiar el lenguaje y modos de tratarnos; es acercarnos y ser más amables, es perdonar y pedir perdón, interesarnos por mitigar el sufrimiento ynecesidades de otros, trabajar por impulsar el bien común, la justicia y la paz social.
Subamos el cerrillo de nuestras carencias, necesidades, diferencias y problemas buscando solucionarlos sin dañar a nadie. Aprendamos a subir el cerrillo, a sudar y hasta sufrir un poco antes que perjudicar a otros; luchemos por dejar un vicio o mala costumbre, por mejorar las relaciones cotidianas en el hogar, en la escuela y en el campo de trabajo; veremos que hay muchas flores a nuestro alcance para nuestra vida: aprecio, amistad amor, superación. Cada acción amable de consuelo, de ayuda, de cariño, de perdón y de reconciliación son las flores que la Virgen Santísima espera de nosotros. Hay que llevárselas; Ella nos dirá que hacer luego con ellas.
«Hijo mío, ésta es la prueba y señal que llevarás para que vea en ella mi voluntad. Tú eres mi embajador muy digno de confianza… Juan Diego se puso en camino, ya contento de salir bien». Subir los cerrillos para cortar esas flores y llevarlas a la Santísima Virgen es el milagro que Ella quiere realizar hoy a través de cada uno de nosotros; nos elige como sus embajadores. ¿Qué vamos a responderle?, ¿Dejaremos a muchos hermanos hundidos en tanto mal sólo por no subir los cerrillos y cortar esas flores?. No nos neguemos la oportunidad de mejorar nosotros y de que otros mejoren.
La Virgen Santísima viene a curarnos, a consolarnos y a levantarnos. ¡No nos engaña!. Oremos en silencio ante su imagen; mirémosla y dejémonos mirar por Ella al corazón; sintamos su mirada y tratemos de entrar en su corazón para tocar algo de su amor y de su tristeza al ver cómo vivimos y sufrimos. Respondamos cada uno y desde nuestra familia.
+ José Luis Chávez Botello.
Arzobispo de Antequera Oaxaca