de Enrique Díaz Díaz
Obispo Coadjutor de San Cristóbal de las Casas
8 Febrero
San Jerónimo Emiliano y Santa Josefina Bakhita
Génesis 2, 4-9.15-17: “El Señor Dios tomó al hombre y lo puso en el jardín del Edén”
Salmo 103 “Bendito sea el Señor que nos ha dado la vida”
San Marcos 7,14-23: “Lo que mancha al hombre es lo que sale de dentro”
En la primera lectura de este día, continuamos con el libro del Génesis que viene a responder a nuestros cuestionamientos e inquietudes. El capítulo segundo de este libro contiene una nueva narración de la creación del universo y en particular del hombre y de la mujer. Es una narración diferente a la que encontramos en el capítulo primero, más antigua y tiene otros intereses.
Nos habla de Dios como de un alfarero que se pone a formar del polvo de la tierra a un hombre. Es quizás la narración que conocemos más, pero también es la menos entendida. Nos presenta al Creador con las características de un ser humano y actuando de la forma humana. Pero su mensaje encierra mucha profundidad: es la forma cercana de decirnos que Dios para hacer al hombre se deshace en cariño y en atenciones. Esta forma la retomarán los salmos y los profetas diciéndonos también que Dios va tejiendo en el seno materno a la persona y que desde el vientre ya lo ama y lo llama. El soplo, el aliento, representa la vida de una persona.
Cuando ya no tiene aliento, cuando no respira, ya está muerta. El que Dios sople en la nariz un aliento de vida, nos indica que Dios transmite una vitalidad especial al hombre. No nos quedemos en los símbolos antropomórficos que utiliza el autor para darnos a conocer esta gran lección. Demos gracias a Dios que para hacernos a cada uno de nosotros ha puesto todo su amor en cada uno y nos da la vida con su aliento de una manera única y diferente a cada persona. Mirémonos con atención. Somos obras únicas, no hay otro igual a ti en todo el universo.
Podrás tener muchos que se parecen a ti, pero al final tú eres diferente. Eres especial. Dios te ha creado y te ha dado la vida de una manera especial. Es lo que nos recuerda esta narración. Pero además añade que al hombre lo ha puesto al centro del jardín, para que lo cuide y lo cultive. Es inútil buscar el lugar exacto del Edén. Es una forma simbólica de narrarnos cómo fuimos creados de una manera especial y como se nos ha encomendado la misma tarea de Dios nuestro creador. Demos gracias hoy al Señor por la vida y cuidemos todo aquello que se nos ha encomendado.