1. Quiero visitar con ustedes, y descalzarme en esta tierra santa que sabe albergar el encuentro de Dios con su pueblo, y estar a los pies de la Madre la Virgen María. Y visitar a los hombres y mujeres que, acostumbrados a enfrentar inclemencias con la reciedumbre y tozudez de quienes, como buenos pescadores, no dejan de tirar las redes.
2. Veo rostros de personas que desde muy temprano y hasta bien entrada la noche salen a ganarse la vida. Y lo que más me duele es ver que, salen a enfrentar la inclemencia generada por uno de los pecados más graves que azota hoy nuestro Continente: la corrupción, que arrasa con vidas, sumergiéndolas en la más extrema pobreza, que destruye poblaciones enteras, y que como un cancer, carcome la vida cotidiana de nuestro pueblo.
3. María conoce de primera mano la vida de sus hijos. Y va a donde nadie la espera. En el relato de la Virgen de Aparecida, los pescadores la encuentran en medio del río rodeada de fango. Ahí espera a sus hijos, ahí está con sus hijos en medio de sus luchas y búsquedas. No tiene miedo de sumergirse con ellos en los avatares de la historia, y si es necesario, ensuciarse las manos para darnos esperanza.
4. No tengamos miedo de ensuciarnos por nuestra gente. Como la fe de las madres y abuelas, con la que actúan sin miedo de ensuciarse para sacar a sus hijos adelante. No tengamos miedo del fango de la historia con tal de rescatar y renovar esperanza. Solo pesca aquel que no tiene miedo de arriesgar y comprometerse por los suyos.
5. Solo saliendo y dejando las seguridades es como la Iglesia se centra. Solo dejando de ser autoreferencial somos capaces de re-centrarnos en Aquel que es fuente de Vida y Plenitud. Recentrarnos es tener el coraje de ir hacia las periferias del presente y del futuro confiados en la esperanza del Señor que sigue presente.
6. De aquí vendrá la creatividad y fuerza para ir a los núcleos más hondos del alma de las ciudades donde, crece la experiencia de no sentirse ciudadanos, sino más bien, ciudadanos a medias, o sobrantes urbanos.
7. Necesitamos ser hombres y mujeres apasionados del Reino. «Prefiero una Iglesia accidentada, herida y manchada por salir a la calle, antes que una Iglesia preocupada por ser el centro y que termine clausurada en una maraña de obsesiones y procedimientos. Más que el temor a equivocarnos espero que nos mueva el temor a encerrarnos en las estructuras que nos dan una falsa contención, en las normas que nos vuelven implacables, en las costumbres donde nos sentimos tranquilos, mientras afuera hay una multitud hambrienta y Jesús nos repite sin cansarse: Denles ustedes de comer. (EG 49, Mc 6,37).
8. Esto ayudará a revelar la dimensión misericordiosa de la maternidad de la Iglesia, que está entre los ríos y el fango de la historia, acompañando y alentando la esperanza para que cada persona, allí donde esté, pueda sentirse en casa, pueda sentirse hijo amado, buscado y esperado.
Papa Francisco
Extracto de mensaje enviado a la XXXVI Asamblea del CELAM, en El Salvador.
9 de mayo del 2017.