Comunicado de prensa
El próximo 10 de Mayo es día de las madres; el viernes 12 nuestra Diócesis peregrina al Tepeyac, día en que también el Papa Francisco peregrina a Fátima para celebrar allí, el sábado 13, los 100 años de las apariciones de la Santísima Virgen. Una semana mariana para que, junto con las mamás, centremos los ojos y el corazón en la Santísima Virgen, Madre de Dios y madre nuestra.
Santa María de Guadalupe se presenta en el Tepeyac cuando la violencia y la guerra era común entre los pueblos para sobrevivir, mantenerse libres y superarse; se vivía entre luchas, sangre y muerte. La Virgen Santísima nos muestra otra manera de vivir, de relacionarnos y de afrontar las diferencias para superarnos; su rostro, su mirada, sus palabras y actitudes, transmiten ternura y amor, protección y ánimo; no enfrenta sino que relaciona, pide un templo para mostrarse desde allí madre de todos, hermana a españoles e indígenas, comienza el mestizaje. Así nos abre al verdadero Dios y a la paz.
Juan Diego mirando, escuchando y haciendo lo que la Virgen Morena le pedía descubrió que tenía una vocación y misión que realizar, un mensaje que transmitir; es ella la que lo anima y fortalece para no declinar ante las dificultades: «¿No estoy yo aquí soy tu madre?… ¿No estás en mi regazo y corres por mi cuenta?». Desde entonces la Santísima Virgen le pone alma y alegría a la vida de nuestros pueblos aún en medio de carencias y dificultades.
La misión de las madres es fundamental e insustituible para transmitir y cuidar la vida, para unir y ponerle corazón a la familia, para educar en una fe viva y testimonial, para humanizar a la misma sociedad. Su cercanía, paciencia y entrega desde el nacimiento es determinante para cultivar el amor auténtico, la unidad y el servicio; enseñan a convivir en las diferencias, sostienen la comprensión y la unidad ante las dificultades. Son los valores y herramientas fundamentales para la vida de las personas y de los pueblos; así entendemos por qué a veces, cuando falta la madre, la familia se dispersa.
La fe vivencial inicia en la familia principalmente junto a la madre quien, con oraciones fundamentales y cotidianas, con devociones sencillas y la participación periódica en la liturgia, cultiva la fe viva y pone cimientos sólidos para una relación consciente y testimonial con Dios. Cuántas madres sufren y luchan por erradicar la violencia intrafamiliar, por defender o sacar a sus hijos de adicciones o del mal; sus esfuerzos nunca son inútiles, tarde o temprano se verán los frutos de su siembra. Gracias a su fe, amor y entrega, las madres pueden cambiar la vida y el mundo de sus hijos.
Las madres nos muestran que la mujer puede aportar mucho para humanizar nuestra sociedad con su participación activa en diferentes campos y servicios; nos muestran que amar es creer en serio en los demás, hacer el bien y servir sin esperar recompensa; esto no impide la superación y trabajo de las madres fuera del hogar pero sí urge hoy una revisión y jerarquización del tiempo para no descuidar las tareas irrenunciables con sus hijos. Esto también nos exige a todos defender y fortalecer la dignidad de la mujer, la vocación y misión de la maternidad.
Como Juan Diego y los niños de Fátima levantemos todos la mirada a la Santísima Virgen; ella no nos engaña; sea ella nuestra modelo y guía para afrontar esta situación de agresividad, corrupción y violencia; para recobrar la confianza y asumir nuestra vocación y misión. En este sentido invito a que, el próximo 10 de mayo en todos nuestros templos, capillas y familias cristianas, recemos el rosario implorando esta gracia para todas las madres; el día 13 unidos al Papa Francisco, imploremos la paz del mundo; los peregrinos de la Arquidiócesis lo haremos el día 12 desde la basílica de Santa María de Guadalupe en el Tepeyac.
Que la Santísima Virgen, Madre de Dios y madre nuestra, nos proteja y bendiga a todos especialmente a las madres; agradezcamos, protejamos y disfrutemos este regalo de Dios. ¡Felicidades mamás!.
+ José Luis Chávez Botello
Arzobispo de Antequera Oaxaca.