de Emmo. Card. Alberto Suárez Inda
Arzobispo de Morelia
† Alberto Cardenal Suárez Inda,
Administrador Apostólico de Morelia
El domingo pasado, al clausurar el Jubileo Extraordinario de la Misericordia, el Papa Francisco nos ha regalado una importante Carta Apostólica para indicarnos “el camino que estamos llamados a seguir en el futuro” (No. 1).
El Papa inicia este documento recordando aquella escena del Evangelio en la que Jesús defiende y perdona a una mujer sorprendida en adulterio mientras los escribas y fariseos pedían que fuera condenada a muerte según una ley implacable que mandaba apedrear a esas mujeres.
En dos palabras, según la expresión de San Agustín, se resume el encuentro entre Jesús y la humanidad pecadora representada por aquella mujer: “La Misericordia y la miserable”. Reconocer nuestra miseria, nuestro pecado, nuestra nada, no es para hundirnos en el pesimismo sino para abrirnos a la gracia del perdón de Dios que transforma nuestra vida, que nos da paz y confianza.
Vale la pena reproducir aquí algunas frases que nos ofrece el Santo Padre: “La misericordia es esta acción concreta del amor que transforma y cambia la vida… Experimentar la misericordia produce alegría. No permitamos que las aflicciones y preocupaciones nos la quiten… Frecuentemente las personas, especialmente los jóvenes, caen hoy en tristeza y soledad… surgen a menudo sentimientos de melancolía y aburrimiento que lentamente pueden conducir a la desesperación. Se necesitan testigos de la esperanza y de la verdadera alegría para deshacer las quimeras que prometen una felicidad con paraísos artificiales” (No. 3).
Concluido pues el Año Jubilar, es tiempo de mirar hacia delante y seguir viviendo con fidelidad y entusiasmo la riqueza de la misericordia divina. Hoy celebramos el primer Domingo de Adviento que para nosotros tendrá un sabor especial en la espera de un nuevo pastor, preparándonos para recibir a Mons. Carlos Garfias Merlos, nombrado Arzobispo de Morelia por el Papa Francisco.
La obra evangelizadora exige siempre una “conversión pastoral”, para llevarla adelante, como dice el Papa, “con vitalidad y dinamismo, gracias a la fuerza renovadora de la misericordia. No limitemos su acción, no hagamos entristecer al Espíritu, que siempre indica caminos nuevos para recorrer y llevar a todos el Evangelio que salva” (No. 5).
El sentido profundo del Adviento es disponernos para la venida de Cristo que supone un cambio profundo como nos lo pide el Señor a través del Profeta Isaías: “De las espadas forjarán arados… Ya no alzará la espada pueblo contra pueblo, ya no se adiestrarán para la guerra”. Es necesario acabar con tantas guerras que hay en el mundo, entre las naciones, en nuestros mismos pueblos, al interior de los hogares. “Cristo es nuestra paz”.