Luchen y trabajen por mantener unida a su familia. Que nadie en su familia se sienta ajeno, que nadie se sienta solo, ni se sienta no tenido en cuenta. Oren, oren juntos como familia. Gocen juntos como familia, y si algún disgusto, algún mal entendido hay en la familia, reconcíliense, vuélvanse a recobrar la paz. Es muy importante la familia para que haya salud en la sociedad, y para que haya salud en el país y en el mundo. La familia es básica.
Trabajen cada uno por su familia; lo que sea su familia. Hay ocasiones en las que los nietos tienen que estar con los abuelos, porque los papás están trabajando. Ésa es su familia, manténgase unidos. Siempre trabajando, orando, ayudándose unos a otros. Ésta es la primera recomendación.
La segunda recomendación es para dentro del seno de la familia, para aquellas que tienen jóvenes; cuiden mucho a sus jóvenes. Son una promesa, son una gran potencia para nuestra nación y para nuestro mundo, pero siempre y cuando los jóvenes crezcan sanos, crezcan limpios, porque, de otra manera, no podemos esperar un buen futuro para la sociedad, para la familia, para la Iglesia.
Los jóvenes tienen muchas inquietudes, muchos sueños, muchas ilusiones, pero también tienen muchas propuestas, muchas ofertas que, frecuentemente, lo único que hacen es dañarles, afectarles en su persona y en su vida y, a veces, hasta exponerlos a la muerte temprana.
Tengan mucho cuidado de sus jóvenes. Papás, mamás, platiquen con ellos. Que los abuelos también platiquen con sus jóvenes, saber qué sienten, qué esperan. Sepan dónde están sus hijos, con quién andan, con qué amistades conviven. Cuidemos a los jóvenes. Son un tesoro para nuestra sociedad.
Cuidemos nuestro clima de Iglesia y de familia. La Iglesia no es un grupo político. No somos una Organización No Gubernamental (ONG), no somos un club. Somos una comunidad que sirve de fermento en el mundo para que haya fraternidad, somos hermanos.
Nuestra fe nos debe ayudar a vernos, a tratarnos, a respetarnos como verdaderos hermanos. Si fuéramos un grupo político, hasta se vería bien que estuviéramos luchando unos contra otros, a ver quién tiene más poder, a ver quién agarra el mejor hueso. No se trata de eso.
Somos una comunidad de hermanos. Estamos en el mundo para estrechar lazos de hermandad, de solidaridad y de construcción de la paz. Tenemos como compromiso recibir el don de la paz, que viene de Dios, pero trabajando por nuestra parte. Nada de divisiones, nada de estar unos contra otros. Lo que menos necesitamos son divisiones en el mundo.
Emmo. Card. José Francisco Robles Ortega
Arzobispo de Guadalajara y
Presidente de la Conferencia del Episcopado Mexicano