+ Felipe Arizmendi Esquivel
Obispo de San Cristóbal de Las Casas
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Estoy en Santiago de Chile, coordinando, de parte del CELAM, un Encuentro de Comisiones Episcopales de Pastoral en los Pueblos Originarios, con obispos, sacerdotes, religiosas y laicos de Brasil, Argentina, Paraguay y Chile. Esto es parte de un programa del Departamento de Cultura y Educación, del que soy miembro. Ya hicimos un evento semejante, en octubre pasado, con Panamá, Centro América y México. Tendremos un tercero en Lima, para Bolivia, Perú, Ecuador, Colombia y Venezuela. El objetivo de estos encuentros es compartir experiencias, criterios y líneas de acción pastoral en los pueblos originarios, a la luz del Magisterio universal y latinoamericano.
En un primer momento, compartimos algunos datos sobre la realidad de estos pueblos. Hay diferencias, aunque también constantes. Por ejemplo, en Chile, que tiene 17 millones de habitantes, son indígenas un millón y medio (9.1%), de nueve etnias: aymara, rapa nui, quechua, mapuche, atacameño, coya, kawesqar, yagán y diaguita. Predominan los mapuches, que son el 84% del total de la población indígena.
En Brasil, con una gran población de 205 millones de brasileiros, apenas 896,917 son indígenas, ni un millón. Están distribuidos en 305 etnias diferentes, con 274 lenguas o idiomas reconocidos. La mayoría viven dispersos en torno al río Amazonas; varios grupos están en peligro de extinción y otros aún son desconocidos.
En Argentina, con 42 millones de habitantes, un millón y medio se consideran indígenas, pertenecientes a 32 etnias, como Mbya, Qom, Pilaga, Wichi, Mocovi, Chane, Ava, Kolla, Huarpe, Mapuche, Tehulche, Diaguita, Tapiete, Chorte, Nivaclé, Sanavirón, Omahuaca, Chulupi, Comechingón, Atacama, Aymara, Charrúa, Lule, etc.
En Paraguay, con una población total de 6 millones y medio de habitantes, sólo 112,848 personas se consideran indígenas. La gran mayoría son guaraníes y hablan este idioma, pero no se asumen como indígenas. Pertenecen a 19 pueblos: Guaraní occidental, Aché, Ava Guaraní, Mbya, Paĩ Tavyterã, Guaraní Ñandéva, Toba Maskoy 2.817, Enlhet Norte, Enxet Sur, Sanapaná, Angaité, Guaná, Nivaclé, Maká, Manjui, Ayoreo, Ybytoso, Tomárãho y Qom.
Una de las realidades constantes de estos pueblos es que viven marginados, sufren el racismo secular, con peligro de ser expulsados de sus territorios por grandes proyectos mineros o agrícolas. Sin embargo, en varias partes están retomando conciencia de su dignidad y de sus derechos. Son los jóvenes que han salido a estudiar en universidades, los que ahora revaloran su importancia y están recobrando sus raíces, para salvar a sus pueblos. En general, la Iglesia les ha acompañado en su proceso de recuperar su cultura, a pesar de que todavía hay agentes de pastoral que no le dan la debida importancia a esta evangelización integral.
PENSAR
El Papa Francisco, al recibir a los participantes en el III Foro de los Pueblos Indígenas, convocado por el Fondo Internacional de Desarrollo Agrícola, dijo: “El problema principal está en cómo conciliar el derecho al desarrollo, con la protección de las características propias de los indígenas y de sus territorios. Esto se hace más evidente sobre todo cuando se trata de estructurar unas actividades económicas que pueden interferir con las culturas indígenas y su relación ancestral con la tierra. En este sentido, siempre debe prevalecer el derecho al consentimiento previo e informado, según exige el artículo 32 de la Declaración sobre los derechos de los pueblos indígenas. Sólo así se puede garantizar una cooperación pacífica entre las autoridades gubernamentales y los pueblos indígenas que supere contradicciones y conflictos… Esto implica que los gobiernos reconozcan que las comunidades indígenas son una parte de la población que debe ser valorada y consultada, y que se ha de fomentar su plena participación a nivel local y nacional” (15-II-2017).
ACTUAR
Superemos el racismo persistente contra estos pueblos, o la indiferencia, como si no nos importaran. No son un estorbo, ni un rezago social. Sería una pobreza nacional y mundial si se pierden sus culturas. Son seres humanos, hijas e hijos de Dios, hermanos en Cristo, a quienes hemos de conocer, respetar, valorar y apoyar en su pleno desarrollo.