Ha concluido mi servicio como obispo en Chiapas, que duró 27 años: un poco más de 9 en Tapachula y 17 y medio en San Cristóbal de Las Casas. Regreso a mi diócesis de origen, Toluca, donde me dedicaré, mientras Dios me conceda salud y vida, a escuchar a las personas en confesión y en asesoría espiritual, de acuerdo con el obispo diocesano y la comunidad presbiteral y laical. Mi sucesor es Mons. Rodrigo Aguilar Martínez, hermano, amigo y pastor de plena confianza.
Regreso contento, porque Dios me ha concedido ver muchos buenos frutos. Es un regalo inmerecido e impensado. En comunión eclesial y en un trabajo pastoral muy de conjunto, con un hermoso espíritu sinodal, entre todos los integrantes de la diócesis procuramos continuar la línea marcada en el III Sínodo Diocesano, aprobado por mi antecesor Mons. Samuel Ruiz García, de ser una Iglesia autóctona, liberadora, evangelizadora, servidora, en comunión y bajo la guía del Espíritu. En sintonía con este Sínodo y tomando en cuenta los retos actuales, hicimos el primero y el segundo Plan Diocesano de Pastoral.
Con nuestras innegables diferencias humanas, psicológicas, eclesiales, teológicas y sociales, fuimos creando un ambiente de fraternidad y de respeto entre las diferentes tendencias eclesiales que hay en la diócesis y en la misma sociedad. Una de mis preocupaciones fundamentales fue promover la unidad en la diversidad.
Avanzamos en la consolidación de una Iglesia autóctona. Todos los diáconos permanentes, las y los catequistas son chiapanecos, la mayoría indígenas; casi todos los servidores son nativos de estas tierras; aumentan las religiosas originarias de aquí; casi todos los seminaristas son locales, y más de la mitad indígenas; aumentan los sacerdotes procedentes de parroquias nuestras, y ya son 12 los sacerdotes indígenas, algunos de los cuales ocupan cargos de dimensión diocesana. El proceso del diaconado permanente en ambiente indígena recibió la aprobación de la Congregación para el Clero.
Hemos caminado hacia una inculturación como pide la Iglesia, en comunión con Roma y con la Conferencia Episcopal, tanto en las celebraciones litúrgicas como en las traducciones bíblicas y litúrgicas.
El Seminario Diocesano se ha consolidado, sobre todo por el aumento de vocaciones. En este curso, empezamos con 71 alumnos: 24 en Teología, 11 en Filosofía, 14 en el Curso Introductorio y 22 en el Menor. La pastoral juvenil y vocacional da sus frutos.
Hay muchísimos fieles laicos en los diferentes servicios parroquiales y diocesanos, con el protagonismo apostólico que la Iglesia reclama para ellos. Se ha continuado apoyando la promoción de la mujer, así como la defensa y promoción de los indígenas, para que ocupen su lugar en la sociedad y en la Iglesia.
Nos esforzamos por dar una debida atención integral a los miles de migrantes que pasan por nuestro territorio, construyendo varios albergues para ellos. Se promovió una pastoral integral de la Madre Tierra, para proteger la Casa Común.
La diócesis ha acompañado los procesos de los pueblos, para lograr el respeto a sus tierras y a sus derechos, promoviendo su participación activa en peregrinaciones, ayunos, oraciones y denuncias oportunas contra el alcoholismo, la indebida explotación minera y forestal, las cárceles injustas, etc.
Se avanzó en un sano ecumenismo con personas de otras confesiones cristianas.
Sin embargo, persisten muchas situaciones de pobreza y marginación, y falta mucho por hacer para su promoción integral, tanto por parte de los gobiernos, como de la sociedad y de la misma Iglesia. Persisten también, en algunos sectores de la sociedad, actitudes de no aceptación de corazón hacia los indígenas y no comprensión de sus culturas. Todavía hay racismos y discriminaciones. Se van perdiendo idiomas y buenas costumbres. La nueva cultura mediática invade y desequilibra toda su vida personal y familiar.
Nos duele el desplazamiento de cientos de indígenas pobres del municipio de Chalchihuitán, así como las divisiones políticas en varias partes. Hay un deterioro de la democracia, con luchas implacables por el poder; se degeneran las campañas en oferta de dádivas y en promesas difíciles de cumplir.
Muchas familias se están desintegrando y muchos adolescentes y jóvenes vagan sin rumbo de vida, lo que los orilla a frecuentes casos de suicidio. El alcoholismo y la drogadicción tienen campo abierto, sin normas eficaces que regulen su uso y venta. Aún persiste marginación hacia la mujer, en particular hacia las indígenas, con casos de violencia intrafamiliar.
PENSAR
El Papa Francisco ha dicho: “Nosotros, discípulos de Jesús, no debemos buscar título de honor, de autoridad o de supremacía. Yo os digo que a mí personalmente me duele ver a personas que psicológicamente viven corriendo detrás de la vanidad de las condecoraciones. Nosotros, discípulos de Jesús, no debemos hacer esto, ya que entre nosotros debe haber una actitud sencilla y fraterna. Todos somos hermanos y no debemos, de ninguna manera, dominar a los otros y mirarlos desde arriba. No. Todos somos hermanos. Si hemos recibido cualidades del Padre celeste, debemos ponerlas al servicio de los hermanos, y no aprovecharnos para nuestra satisfacción e interés personal. No debemos considerarnos superiores a los otros; la modestia es esencial para una existencia que quiere ser conforme a la enseñanza de Jesús, que es manso y humilde de corazón y ha venido no para ser servido sino para servir” (5-XI-2017).
ACTUAR
Me encomiendo a sus oraciones, para que pueda dar un buen servicio en esta otra etapa de mi ministerio episcopal, y me pongo a sus órdenes en lo que pueda servirles. Viviré en una casa de la diócesis, junto al Seminario y a la Casa de la Sagrada Familia.
+ Mons. Felipe Arizmendi Esquivel
Obispo Emérito de SCLC