Fiesta de la Epifanía
6 Enero
de Enrique Díaz Díaz
Obispo Coadjutor de San Cristóbal de las Casas
San Juan 5, 5-13: “El Espíritu, el agua y la sangre”
Salmo 147: “Bendito sea el Señor”
San Marcos 1, 7-11: “Tú eres mi hijo amado; yo tengo en ti mis complacencias”
Aunque en muchas de nuestras comunidades hoy se celebra la fiesta de la Epifanía llamada popularmente de los santos Reyes, litúrgicamente la celebraremos el próximo domingo. Sin embargo este día nos presenta también una “epifanía” del Señor Jesús al narrarnos el bautismo de Jesús tal como nos lo cuenta San Marcos. Cada evangelista, si bien nos cuenta el mismo acontecimiento, pone un acento teológico especial que responde a las necesidades e inquietudes de la comunidad a la que está dirigido su escrito. Creo que también ahora cada uno de nosotros deberíamos acercarnos al Evangelio con nuestras propias inquietudes y preguntarnos qué nos dice Cristo y qué respuestas nos ofrece para nuestras situaciones concretas. Por ejemplo hoy nos podríamos preguntar qué pretendería San Marcos no en aquel tiempo sino ahora, al presentarnos al Bautista como un precursor que se deslinda de los deberes de Mesías y que ofrece un bautismo con agua, mientras Jesús ofrece el bautismo en el Espíritu. A veces me da la impresión de que nosotros nos hemos quedado sólo en ese bautismo de agua, externo, y no hemos permitido que el Espíritu penetre en nuestro interior y transforme toda nuestra vida. El mismo bautismo de Jesús es una manifestación que nos debería llevar a reconocer a Jesús como verdadero Dios. Los días de Navidad nos han llevado a encontrarnos con este Dios niño, pero a veces queda en el romanticismo de un Belén lleno de luces, y hoy quiere Marcos que nos acerquemos a este Jesús que lo descubramos como verdadero Hijo de Dios y muy cercano a cada uno de nosotros. También el contemplar a Jesús nos llevaría a mirar nuestro propio bautismo. La escena nos presenta al Padre y al Espíritu reconociendo a Jesús. Es una Epifanía, una manifestación de Jesús. Lo mismo sucede en nuestro bautismo: somos llamados hijos de Dios Padre, templos del Espíritu Santo y hermanos de Jesús. La misma misión de Jesús se nos confía a nosotros. Tenemos esa dignidad de hijos y Dios habita en nosotros. En estos tiempos de contrastes entre una exaltación del cuerpo por una parte, pero un desprecio de la persona por la otra, ¿qué nos hace pensar el recuerdo de nuestro bautismo? ¿Cómo vivimos nuestra dignidad de hijos de Dios?