DESDE LA CEM: EL TRABAJO QUE DIGNIFICA AL SER HUMANO.

El trabajo que dignifica al ser humano


“Él mira con amor el trabajo”
San Juan Pablo II

Este 1º de mayo, Día Internacional de los Trabajadores, honramos el movimiento obrero mundial y conmemoramos a los trabajadores que fueron ejecutados en 1886 en los Estados Unidos al iniciar una huelga en la ciudad de Chicago, IL. Esta jornada se ha utilizado históricamente para realizar diversas reivindicaciones sociales y laborales en favor de la clase trabajadora.
La Iglesia Católica en diversos momentos de la historia humana ha estado presente, iluminando desde el Evangelio de Jesucristo, la Tradición y el Magisterio de la Iglesia la realidad social, que afectan la vida de los seres humanos, como es el caso de la cuestión laboral.

El momento presente no es la excepción. La realidad mundial que estamos viviendo por la pandemia del COVID-19 ha trastocado estratosféricamente el mundo del trabajo y con ello la cuestión económica, ya que el trabajo es la forma legítima, legal y moralmente de procurarse los bienes y servicios que satisfagan sus necesidades humanas.

El daño que se ha causado es mayúsculo, y lo podemos ver reflejado en las cifras de perdida en el empleo ocurrido del 13 de marzo al 6 de abril del año en curso. Por ejemplo, el estado de Quintana Roo perdió 63,847 empleos; la Ciudad de México 55,591; Nuevo León 23,465; Jalisco 21, 535; el Estado de México 16, 036 puestos laborales y Tamaulipas 12, 652, por poner algunos referentes de la afectación al mundo del trabajo. Estas entidades registran el 56% del total de las separaciones laborales.
La situación actual es preocupante y las proyecciones futuras son, por demás, inquietantes. La Organización Internacional del Trabajo (OIT) estima que, entre abril y junio de este año, se perderán hasta 195 millones de puestos formales de trabajo.
Estos datos de la OIT no incluyen a los sectores informales, que se caracterizan por ser especialmente vulnerables, porque están orientado a la producción de bienes o servicios, con una organización que tiene como base las relaciones de parentesco, personales o sociales y no poseen personalidad jurídica ni cuentan con seguridad social ni derechos laborales reconocidos porque el Estado no puede garantizar las condiciones mínimas exigidas en la Ley. La OIT considera que en México el 57% de los trabajadores se encuentra laborando en estas condiciones, posicionando al país con las tasas más altas de informalidad en el mundo.
Esta práctica no genera recaudación fiscal ni es regulada tributariamente, ocasionando que no existan incentivos por parte del Gobierno federal, estatal y municipal para que las personas pasen a la economía formal.
Desde el Magisterio de San Juan Pablo II se invita al ser humano a trabajar, para que participe en la obra de Jesucristo redentor de la humanidad, el cual, trabajando con sus propias manos santifico el trabajo, que por muchos años estuvo considerado como castigo de parte del Creador por haber separado al ser humano de su plan divino. El trabajo ha sido redimido, porque desde la reflexión teológica se considera un medio de salvación, que Dios había ofrecido al ser humano, dado que no había sacramentos en ese entonces.
El trabajo humano permite transformar y embellecer la obra de la creación. También la puede adaptar a sus necesidades humanas para lograr su realización.
El hombre es capaz de pensar en el bien que conviene a todos, se tata de que los recursos que Dios dio en la creación se multipliquen y para ello, tenemos que emprender acciones que generen riqueza y distribución. Es una responsabilidad social que el bienestar adquirido por la explotación de estos recursos alcance para todos en el mundo y que no se centre en manos de unos cuantos, mientras que millones de personas en el mundo mueren de hambre.
En la parábola de los talentos, referida en el Evangelio de Nuestro Señor Jesucristo en Mt. 25, 14-30, los siervos multiplican cada uno según su capacidad, quitándole todo a quien no produjo nada.  Esta riqueza se debe entender en el sentido amplio de la palabra, en su sentido integral, porque se está empobreciendo a la naturaleza, que hoy día gime con dolores de parto, Rom. 8,22. porque se le ha explotado violentamente sus recursos y no se ha invertido en ella, para que se logre su recuperación, se le agrede con leyes de la tecnología, por que las leyes de la naturaleza son diferentes, pausadas y respetan sus procesos; se le ha saqueado los recursos no renovables, para el enriquecimiento de unos pocos, etc.
Hoy es necesario desagraviar a Dios Padre Creador, por el daño que se ha causado a la naturaleza, criatura suya. Por eso, en este Día del Trabajo, queremos invitar a todas las personas cristianas y de buena voluntad: empresarios, trabajadores, autoridades, instituciones de la sociedad civil, instituciones educativas e iglesias a que generemos desde un diálogo constructivo una nueva cultura del trabajo, para que seamos más prósperos y para que todos podamos tener trabajo digno, un salario familiar justo, respeto a la dignidad de la persona humana, donde se practique la justicia social y se logre así el bien que nos conviene a todos, teniendo sólo lo necesario y únicamente lo necesario, para permitir, que todos los demás accedan a los bienes y servicios a los que tienen derecho, para tener una vida digna, acorde a su naturaleza de hijos de Dios.
Todos tenemos derecho a sentarnos a la mesa, para comer dignamente el fruto de nuestro trabajo.

+Hércules Medina Garfias
Obispo Auxiliar de Morelia y
Responsable de la Dimensión Episcopal para la Pastoral del Trabajo

Mariano Eduardo Yarza Piña
Secretario de la Dimensión  Episcopal para la Pastoral del Trabajo