de Enrique Díaz Díaz
Obispo Coadjutor de San Cristóbal de las Casas
9 Febrero
AUDIO
Génesis 2, 18-25: “Serán los dos una sola carne”
Salmo 127 “Dichoso el que teme al Señor”
San Marcos 7,24-30: “Los perritos, debajo de la mesa, comen las migajas que tiran los niños”
Enmarcado en una cultura exageradamente machista, el relato del Génesis nos ofrece una luz maravillosa para descubrir la igualdad del hombre y de la mujer. Para aquellos a quienes la mujer no contaba más que como una pertenencia semejante a los animales de la casa o a los bienes que se poseían, el relato insiste, con sus imágenes y símbolos, que la mujer es diferente a todas las pertenencias. No halló el hombre un ser semejante a él para dialogar, para compartir y para acompañarse. Se seguía sintiendo solo: con una soledad que duele, que atormenta. Y Dios le hace una ayuda semejante a él. A algunos les parece que esta narración donde Dios extrae una costilla del hombre, haciendo una labor de cirujano, para de ahí formar a la mujer, no tendría ninguna enseñanza. Pero ¿qué hay más cercano al corazón que una costilla? ¿Qué hay más firme en un ser humano que sus huesos que lo sostienen y le dan seguridad? Pues, si aceptamos todo este simbolismo descubriremos la gran riqueza que encierra: la mujer está hecha del mismo material que el hombre, es muy cercana a su corazón y por eso solamente ella pueda hacerle compañía como igual. Jesús retomará las palabras con las que concluye este pasaje para recordarnos que el verdadero amor es indivisible, es total y para siempre. Convendría que hoy reflexionáramos con detenimiento en estas palabras para descubrir la gran dignidad de la mujer: igual que el hombre, no en lucha continua, no para su placer ni para su servicio, sino ambos iguales en diálogo y en unidad. También podremos descubrir el verdadero amor, ahora tan desfigurado, que por sí mismo exige fidelidad. Por desgracia queriendo salir de una situación donde el sexo se miraba siempre como pecado, nos hemos ido hasta el otro extremo, a mirarlo sólo como placer y se le ha perdido su sentido de amor, de compromiso y de responsabilidad. Que hoy la palabra de Dios nos lleve a examinar nuestra actitud frente a la mujer y con la mujer; frente al amor y al matrimonio; frente al sexo responsable y fiel.