de Jonás Guerrero Corona
Obispo de Culiacán
“DE JESUCRISTO SERVIDOR A LA IGLESIA SERVIDORA DEL EVANGELIO”.
ORDENACIÓN DE DIÁCONOS PERMANENTES.
1.- Muy queridos hermanos, estamos viviendo esta jornada celebrativa, Ordenación de Diáconos Permanentes, a tono con el Concilio Vaticano II, LG 30ª, al recordarnos que: “Saben los pastores que no han sido instituidos por Cristo para asumir por sí solos toda la misión salvífica de la Iglesia en el mundo, sino que su eminente función consiste en apacentar a los fieles y reconocer sus servicios y carismas de tal suerte que todos, a su modo, cooperen unánimemente a la obra común”. Llegamos a este momento después de un camino responsable, arduo y gozoso de espera no solo de los hoy ordenandos, sino sus familias, sus párrocos, la Comisión Diocesana, a la cabeza el P. Gilberto Ascencio, el cuerpo de maestros y guías espirituales a fin de poder pedir al Espíritu Santo que unja con sus dones a estos hermanos en bien de esta Iglesia particular, urgida de ministerios reconocidos, instituidos, ordenados y todos los servicios que se requieren para la Nueva Evangelización.
Ya nos ha motivado el Apóstol de los gentiles en su Carta a Timoteo pidiendo a los diáconos que sean íntegros en su conducta, en su fidelidad a la fe revelada y con una conciencia limpia, es decir: que nada les reproche en su modo de realizar su ministerio; además a los casados les recuerda el don de gobierno en su hogar con su propia familia, para que ejerzan dicho don de gobierno a favor de la comunidad encomendada o de las diaconías como espacio para desarrollar sus dones y carismas.
También escuchamos cómo desde al Antiguo Testamento el Señor escogió y capacitó a la tribu de Leví para el servicio del sumo sacerdote Aarón y del culto en el templo de Jerusalén, fueron desarrollando la ministerialidad preparando así la identidad de la Iglesia: comunidad de ministerios, identidad desarrollada en las comunidades cristianas paulinas y cuya teología profundizó y difundió la Iglesia en la etapa patrística; una eclesiología ministerial que motivó al Concilio Vaticano II, al retornar a las fuentes, para retomar dicha identidad perdida en la Edad Media y rescatada por la Lumen Gentium al declararla en los números 34, 35 y 36: toda ella profética, sacerdotal por el bautismo y corresponsable en la labor de dilatar el Reino de Dios en bien de los hermanos, en orden a la edificación del Cuerpo de Cristo.
Y de manera peculiar la Buena Nueva del texto de San Juan proclamando la vitalidad del servicio, fruto de morir a todo egoísmo y a todo signo ajeno al discípulo de Cristo servidor hasta la muerte y muerte de Cruz; del cual es signo sacramental el auténtico diácono que desarrolla su ministerio a la luz de la actitud de servicio a toda prueba vivido por el Señor Jesús; así pues, desde hoy van a desarrollar una presencialización peculiar de Cristo cabeza y siervo, propia de la gracia sacramental.
Aquí estamos dando un paso significativo de conversión pastoral en esta Iglesia Particular, no solo de mentalidad sino también de estructuras, soy deudor de mi predecesor que dejó el diaconado permanente iniciado, ahora continuamos en actitud de conversión desde el Documento de Aparecida, conversión de mentalidad y de estructuras, como las de las diaconías emergentes en el campo amplio de la pastoral diocesana que recibe con gozo el regalo de estos dieciocho servidores de la Caridad, de la Palabra y de la Nueva Evangelización, y de la moderación de las comunidades.
Una vez que se ha sectorizado la geografía parroquial, que se ha discernido durante el proceso de formación inicial de estos hermanos ordenandos y que hoy viven su ordenación como señal del llamado de Dios en esta Diócesis; luego, sus respectivos párrocos los presentarán a las comunidades, llegarán animados por la oración de esta comunidad celebrante, en el vigor de los dones del Espíritu Santo que vamos a pedir para el desempeño de su labor pastoral y bajo la imposición de manos en la colación del ministerio, recibidos por sus hermanos diáconos aquí participantes conforme al ritual y con el decidido apoyo del presbiterio diocesano que los acoge en la caridad para continuar la formación permanente diaconal con su peculiaridad y riqueza propia que se irá desarrollando, conforme a la planificación de su formación continua acorde a la ley de la gradualidad.
2.-Con la Iglesia del Concilio Vaticano II estamos pues reconociendo el Diaconado ya sea Transitorio(quienes han sido llamados al Presbiterado y son ordenados Diáconos ejerciéndolo por un tiempo) ya seaPermanente, para toda la vida, en la perspectiva del ministerio con su triple ejercicio: enseñar, santificar y guiar al Pueblo de Dios desde el espíritu de Cristo Siervo, es decir: Diácono.
Invito a toda la Iglesia Diocesana a sumarnos al esfuerzo de la Iglesia Universal para restaurar este Ministerio Ordenado y continuar acompañando esta dimensión ministerial tanto en la reflexión teológica, como en el desempeño de las diaconías parroquiales, supraparroquiales o diocesanas para ubicar en una eclesiología de comunión, dinámica, coherente y viva, sujeta a las evaluaciones que la Comisión Diocesana del Diaconado Permanente hará conforme al proceso de restauración en el que está toda la Iglesia, ya que durante mil años no se vivió el Diaconado con la peculiaridad que en el Posconcilio se ha impulsado y nosotros queremos acompañar en esta etapa de la historia que nos toca escribir en nuestra querida Diócesis.
Vamos pues a escribir muchas páginas como resultado de la labor pastoral de Uds. hermanos ordenandos, de Uds. depende también el desarrollo de este tercer grado del Ministerio Ordenado, de su desempeño, de su reflexión, de sus evaluaciones; y por supuesto, hermanos presbíteros necesitamos la iluminación de la Vicaría de pastoral, de los Decanatos, de las Zonas Pastorales, del cuerpo de Maestros del Seminario, de los Consejos Pastorales Decanales y Parroquiales pues si aceptamos el regalo de Dios en la persona de cada diácono permanente reconocemos que a todo don o regalo corresponde una tarea diocesana: es decir, el desarrollo teológico- pastoral de este ministerio que viene a enriquecer la vida eclesial y que requiere aceptación, acompañamiento, confianza y sobre todo esperanza en que el paso que estamos dando este día es obra del Espíritu Santo que pasa visiblemente a través de los signos que manifiestan la vitalidad que infunde este ministerio en bien de las diaconías que esperan respuestas audaces, valientes y decididas; y también, desde la confianza en la promesa del Señor: “Yo estoy con ustedes todos los días hasta el final de los tiempos” (Mt 28,20).
3.-En cuanto a la dimensión de caridad de este Ministerio, recordemos que el Papa Benedicto nos motivó con su espléndida Encíclica: DIOS ES AMOR, concluyendo que el amor es el centro del discipulado cristiano y es un don de Dios que requiere desarrollo, crecimiento y madurez. Por eso, queridos ordenandos Uds. como varones probados en la capacidad de amar sirviendo en sus hogares, dinamizados por su amor esponsal, por su amor paternal y fortalecidos por su amor filial en su familia de sangre, llegan ahora a recibir la capacidad del Espíritu Santo para amar a la Iglesia desde y con amor diaconal, continuarán creciendo en la vivencia de su doble sacramentalidad: MARITAL Y DIACONAL, ambas fuentes de amor y ambas piden fidelidad; su espiritualidad les irá capacitando para integrar a su propia familia en este camino de edificar la Iglesia con rostro culiacanense. Y de igual manera, pero en la dimensión del amor celibatario, de los dos célibes hoy ordenandos, su capacidad de amar más dada por el celibato consagrado hoy en su ordenación.
Para ambas modalidades, recordemos que el amor es uno, lo abarca todo, pero sus formas son muchas y todas están interconectadas. Pero todas brotan del discipulado cristiano, todas llamadas a establecer el Reino de Dios mediante la praxis pluriforme del amor. Su ministerio se suma al de la Iglesia entera que lucha por anunciar al Dios de la vida, al Dios-amor que está comprometido en el proceso de humanización de todos mediante el amor cristiano.
La experiencia ministerial que hasta hoy han desarrollado y su papel paternal y esponsal, los constituye en colaboradores muy cualificados para abordar diversas realidades urgentes en nuestra diócesis, unidos en el cuidado pastoral de las comunidades. Recuerdo a la asamblea que el Diácono enviado por su obispo, es ministro de la Palabra en todas sus dimensiones: Palabra que se profundiza, que se hace oración y se celebra festejando la revelación que salva; presidirá la oración de los fieles en sus diversos modos, es ministro ordinario de la Sagrada Comunión, administrará el Bautismo, asistirá y bendecirá el Matrimonio, llevará el Sagrado Viatico a los moribundos, y presidirá los ritos exequiales. Al Diácono no le corresponde confesar, ni hacer la Eucaristía, ni celebrar la Uncion de enfermos, todo esto es propio del presbítero y por supuesto del Obispo. Y como ya enfaticé estarán corresponsablemente con los presbíteros desarrollando sus capacidades para la moderación (gobierno) de las comunidades con sensatez, prudencia y tacto, en el dinamismo de la Pastoral integral diocesana. Para lo cual, recibe la gracia propia de su ministerio. Quizá, ya han estado ejercitando funciones propias del diácono, lo han hecho en forma extraordinaria, pero ahora lo harán desde la gracia transformadora del sacramento, y dada la conversión pastoral de todos, en comunión, le daremos en lo sucesivo al Diaconado Permanente: solidez teológica, aceptación eclesial(toda la Diócesis) y credibilidad pastoral en esta porción de la Iglesia Universal.
Por eso vamos a desarrollar el rito propio de Ordenación guiados por la fe y en comunión con la Iglesia, vamos a sustentar la esperanza en el fecundo desarrollo de este ministerio ordenado; y por supuesto conforme a Hechos de los Apóstoles vamos a confiar en el desempeño de la Pastoral Social propia del diácono en la dimensión gozosa de la caridad exquisita que ejercitarán en bien de los más necesitados, recordando que cuando se atiende a los más pobres es señal inequívoca de que el Reino de Dios ha llegado.
¡ALABADO SEA JESUCRISTO! ¡POR SIEMPRE SEA ALABADO!
+MONS. JONÁS GUERRERO CORONA
OBISPO DE CULIACÁN.