de Enrique Díaz Díaz
Obispo Coadjutor de San Cristóbal de las Casas
Santa Lucía
Sofonías 3, 1- 2.9-13: “Se promete la salvación mesiánica a todos los pobres por medio del Mesías”
Salmo 33: “El Señor escucha el clamor de los pobres”
San Mateo 21, 28-32: “Vino Juan y los pecadores sí le creyeron”
¿Recuerdan que el domingo se nos presentaba Juan el Bautista como un guía en nuestra preparación durante el Adviento? Hoy la enseñanza de Jesús se basa en la figura de Juan el Bautista. Pero añade además un parábola para que a todos nos quede claro qué es lo que pretende. Con la comparación del comportamiento de dos hijos nos manifiesta que a Dios le interesa no tanto lo que se dice, sino lo que se hace. Las palabras que no corresponden a la vida no sirven para nada. Los actos que no son coherentes con la predicación borran las más bellas palabras y deslucen los más hermosos pensamientos. Pero en estos tiempos de tanta comunicación es fácil escondernos en aparentes compromisos, en publicadas acciones o en la simulación de una entrega. Para Cristo, basándose en la figura de Juan, todo esto es basura. El reclamo que les hace a los sumos sacerdotes y a los ancianos del pueblo parece que nos alcanza también a muchos de nosotros: hablamos, prometemos, aparentamos, pero no cumplimos. ¿Cuántas veces hemos oído compromisos de luchar contra la corrupción? ¿Cuántos descalabros hemos tenido porque después de haber aparentado una administración honorable descubrimos las grandes estafas? ¿Los que nos decimos religiosos realmente estamos comprometiendo nuestra vida en el seguimiento de Jesús? Suenan duras las palabras de Jesús si las tomamos en su verdadero sentido: “los publicanos y las prostitutas se les han adelantado en el camino del Reino de Dios”. Y da la razón muy clara: “porque vino Juan y predicó el camino de justicia y no le creyeron”. La coherencia de Juan es un fuerte reclamo a nuestras incoherencias. Ya decía en la primera lectura el profeta Sofonías: “¡Ay de la ciudad rebelde y contaminada, de la ciudad potente y opresora! No ha escuchado la voz, ni ha aceptado corrección. No ha confiado en el Señor”. Claro que anuncia un nuevo día, pero al igual que Juan Bautista, exige conversión. Adviento tiempo de conversión ¿realmente lo estamos viviendo como un tiempo de cambio, de conversión y de volvernos hacia Dios en un camino de justicia?