Castel Gandolfo, a dos pasos del lecho del Papa
Por primera vez, pues, se abren al público los portones del aposento pontificio del Palacio Apostólico de Castel Gandolfo, que fue durante siglos la residencia estiva de los sucesores de Pedro. El recorrido fue ideado y es administrado por los Museos Vaticanos (las visitas son de lunes a sábado).
Se puede ver el lápiz que dejó en el estudio Papa Benedicto XII, la «Galería» que Alejandro VII mandó decorar delicadamente, con los frescos de Pier Leone Ghezzi. Subiendo por la gran escalera, se pasa por el «Salón de los Suizos», con sus mármoles de colores, el elegante saloncito verde para los encuentros oficiales, la «Galería de la Música», la «Sala del trono», la sala del Consistorio para los encuentros con los cardenales (en donde recibió la púrpura Angelo Roncalli, futuro san Juan XXIII). El estudio en el que fueron escritas quién sabe cuántas encíclicas y homilías. La biblioteca, en la que se encuentra el «Atlas Hierarchicus», es decir el volumen que contiene la descripción geográfica y estadística, aderezada con notas históricas, de la Iglesia universal y con el que el Santo Padre podía tener una visión inmediata del estado de cada una de las diócesis del mundo.
Y después está la sobriedad de la habitación, con un pequeño lecho, la Virgen con el Niño, un armario, un escritorio de madera y el retrato de Papa Gregorio.
En esa habitación, recuerda Antonio Paolucci, director de los Museos Vaticanos, Papa Pacelli permitió que dieran a luz muchas mujeres que huyeron de sus casas durante la Segunda Guerra Mundial: nacieron allí 40 niños, llamados «los hijos del Papa», y «nunca tantos niños fueron bautizados con el nombre Eugenio».
Las ventanas de la habitación dan hacia el mar, una franja azul en el horizonte. La emoción, con todas las sugerencias consecuentes, al estar a dos pasos del lecho del Papa (en donde fallecieron Pío XII, en 1958, y Pablo VI en 1978), se suma inmediatamente al impacto de la Capilla en donde por primera vez dos Pontífices, Benedicto XVI y el entonces apenas elegido Papa Bergoglio, rezaron juntos. La Capilla privada fue construida por voluntad de Pío XI; en el altar hay una reproducción del cuadro de la Virgen de Czestochowa, que Papa Ratti recibió como regalo de los obispos polacos, puesto que entre 1918 y 1921 estuvo en Polonia como visitador y después como Nuncio apostólico.
Desde los enormes ventanales la vista es impresionante. De hecho, Paolucci invitó: «Asómense desde la terraza y van a ver la pura belleza, el milagro de la naturaleza», en particular del lago de Albano y los inmensos bosques incontaminados.
El presidente del Gobernatorado de la Ciudad del Vaticano, el cardenal Giuseppe Bertello, aseguró: «No se ha tocado nada ni modificado nada en el aposento, para que los visitantes puedan ver y saborear la cotidianidad, generalmente tranquila, de los Pontífices en el lugar en donde vivían durante el verano». Así, todos los relojes (que funcionan) marcaron verdaderamente las horas de reposo u de reflexión de los Papas que vivieron allí. Y todos los teléfonos «fueron utilizados verdaderamente por los Pontífices»: en particular están los teléfonos modelo Sip, blancos con teclas negras, que eran normales en la Italia de los años 90 del siglo pasado, es decir durante el Pontificado de san Juan Pablo II.
El aposento se relaciona con la historia de 33 Papas, pero solo 15 de ellos se alojaron allí. Empezando por Urbano VIII: la primera «vacación» oficial comenzó el 10 de mayo de 1626.
El último que transcurrió sus días veraniegos allí fue el Papa Emérito Benedicto XVI. El 28 de febrero de 2013, Joseph Ratzinger dejó el Vaticano en helicóptero después de haber renunciado al Pontificado. Cuando los portones del Palacio se cerraron comenzó la sede vacante. Esos fueron (hasta ahora) los últimos instantes de un Papa en Castel Gandolfo.