Profundamente conmovidos por el sufrimiento de miles de niños, niñas y adolescentes que han migrado desde Centroamérica y México hacia los Estados Unidos y que ahora se encuentran detenidos en espera de ser deportados, los obispos de Estados Unidos, México, El Salvador, Guatemala y Honduras, movidos por el amor de Cristo, manifestamos a todos ellos y a sus familiares nuestra oración, solidaridad y compromiso.
Estos niños salieron de sus países empujados por la miseria, la violencia o el deseo de reunirse con sus padres o algunos de sus familiares que ya han migrado, y ahora, luego de enfrentar toda clase de privaciones y peligros, viven una terrible crisis humanitaria.Esta dramática situación nos afecta a todos y ha de comprometernos a “globalizar la solidaridad”, reconociendo, respetando, promoviendo y defendiendo la vida, dignidad y derechos de toda persona, independientemente de su condición migratoria.
En este sentido, vemos con esperanza la Declaración Extraordinaria de Managua, en la que los Países Miembros de la Conferencia Regional sobre Migración –Belice, Canadá, Costa Rica, El Salvador, Estado Unidos, Guatemala, Honduras, México, Nicaragua, Panamá y República Dominicana– han reconocido la corresponsabilidad regional y se han comprometido a implementar medidas integrales y articuladas para garantizar el interés superior del niño y adolescente, así como la unidad familiar; a difundir información precisa respecto a los “peligros del viaje” y la inexistencia de “permisos” para los que llegan a los Estados Unidos; luchar contra los grupos delictivos organizados de tráfico ilícito y de trata de personas; y mejorar las prácticas migratorias.
Un aspecto importante de la Declaración es el compromiso conjunto para erradicar las causas estructurales que provocan la migración irregular de menores de edad, creando programas de desarrollo social y económico en las comunidades de origen, así como programas de reinserción y reintegración para los que retornan. También se reconoce que algunos de estos niños y adolescentes migrantes podrían obtener la condición de refugiado o protección complementaria.
En este tenor, resulta positivo que México haya implementado la Coordinación para la Atención Integral de la Migración en la Frontera Sur y la creación de los Centros de Atención Integral al Tránsito Fronterizo para facilitar la internación segura de personas y bienes, y evitar los problemas originados por el desorden migratorio en la zona.
La Iglesia Católica, que desde hace muchos años viene haciendo gestiones ante las autoridades gubernamentales de Estados Unidos, México y Centroamérica en favor de los migrantes, continuará esta labor. También seguirá trabajando en la promoción humana, particularmente de los niños, de las familias y de los más pobres, en la restauración del tejido social y brindando acogida, atención y servicios a los migrantes en sus numerosos centros creados para ellos. La misma Iglesia expresa su disponibilidad para colaborar a fin de hacer realidad los acuerdos de la Declaración de Managua, convencida de que una estrategia de disuasión sin garantías de protección nacional e internacional es inefectiva e inhumana.
Por eso, apoyamos la solicitud que Monseñor Mark Seitz, Obispo de El Paso, Texas ha formulado al Comité de Migración de la Cámara de Representantes de Estados Unidos de emitir declaratoria de crisis humanitaria para dar una respuesta integral al problema, creando políticas públicas que den servicios básicos y protección al migrante, examinado las raíces del éxodo migratorio, asignando recursos federales para invertir en los países expulsores a fin de evitar la necesidad de migrar, y promoviendo programas de reunificación familiar para los migrantes.
Los obispos, sus servidores, reiteramos la urgencia de respetar la dignidad humana de los migrantes indocumentados; fortalecer las instituciones gubernamentales para que sean auténticamente democráticas, participativasy al servicio del pueblo; combatir con firmeza la reprobable actividad de los grupos delictivos y del crimen organizado, cuya inhumana acción condenamos enérgicamente; garantizar la seguridad de los ciudadanos; e invertir en Centroamérica. En este sentido, hacemos un llamado a los empresarios, especialmente católicos, a que inviertan y contribuyan a promover la justicia y la equidad. Exhortamos a los padres de familia a no exponer a sus hijos a emprender el peligroso viaje hacia México y Estados Unidos. Y pedimos a la sociedad en general asumir el papel que le corresponde en este doloroso problema.
Ante el drama humanitario que estamos padeciendo, debemos escuchar al Papa Francisco, que con profundo realismo ha advertido:“Hoy en muchas partes se reclama mayor seguridad. Pero hasta que no se reviertan la exclusión y la inequidad dentro de una sociedad y entre los distintos pueblos será imposible erradicar la violencia… Es el mal cristalizado en estructuras sociales injustas, a partir del cual no puede esperarse un futuro mejor… La inequidad es raíz de los males sociales”.
Implorando la intercesión de Santa María de Guadalupe,Patrona de América, pedimos a Nuestro Señor Jesucristo que proteja a nuestros niños y sus familias en este difícil momento, y nos dé a todos la sabiduría para encontrar soluciones factibles, y audacia y fuerza para actuar en consecuencia.
† Óscar A. Cardenal Rodríguez Maradiaga,S.D.B. Arzobispo de Tegucigalpa Presidente de la Conferencia Episcopal de Honduras † J. Francisco Cardenal Robles Ortega Arzobispo de Guadalajara Pdte. de la Conferencia del Episcopado Mexicano † Romeo Tovar Astorga Obispo de Santa Ana Secretario General de la Conferencia Episcopal de El Salvador † Eugenio Lira Rugarcía Obispo Auxiliar de Puebla Secretario General de la Conferencia del Episcopado Mexicano † Domingo Buezo Leiva Obispo Vicario de Izabal Srio. Gral. de la Conferencia Episcopal de Guatemala † Eusebio Elizondo Obispo de Seattle Presidente del Comité de Migración y Refugiados de la Conferencia de Obispos Católicos de Estados Unidos † Guillermo Ortiz Mondragón Obispo de Cuautitlán Presidente de la Dimensión de la Pastoral de la Movilidad Humana de la Conferencia del Episcopado Mexicano