(Ars longa, vita brevis) En ocasiones por más que tratamos de comprender ciertas cosas nos parece casi imposible. ¿Qué relación puede tener el tema de “México Cumbre de Negocios” en su 12ª edición que se desarrolló en Querétaro del 26-28 de este mes de Octubre que apenas termina, con el tema de los 43 estudiantes que siguen desaparecidos?
Nos limitaremos a decir una palabra sobre la palabra “negocio”, que creo puede unir los dos temas. “Otium” en latín significa: tiempo libre, reposo; inactividad; paz, calma tranquilidad. Cicerón dice “otium litteratum” para indicar el tiempo dedicado al estudio (Tusc. 5, 105). De ahí se deriva nuestra palabra “ocio”. En la concepción romana el “ocio” es la mejor parte de la vida, mientras que el trabajo, tanto el servil como, inclusive, el directivo o autónomo, ser comerciante o terrateniente, y todos esos que hoy se tienen en gran estima porque dan sentido a la vida y son fuente de divisas, era definido de modo negativo: nec-otium, negocio (literalmente no-ocio). El negocio era considerado casi un mal necesario, algo que se substraía a aquello que verdaderamente contaba. La cultura del “otium” significaba tener tiempo para pensar. En griego “otium” se dice “schole”: tiempo libre; de ahí se deriva nuestra palabra “escuela”.
Cierto, las palabras cambian, adquieren nuevos sentidos: quienes las pronuncian también cambian. Nuestro México ha cambiado y quisiéramos que cambie ¿hacia dónde? ¿cómo?. ¿Es la economía la más importante a desarrollar? ¿a qué precio? Es necesario pensar en hacer que nuestra patria tenga una sana economía, para todos. ¿Qué escuela y qué negocios se están proponiendo en el México actual?
Entre los ponentes invitados a la Cumbre de negocios estaba confirmada la presencia de Lech Walesa, ex Presidente de Polonia. Su solo nombre evoca “Solidaridad”, el primer sindicato libre del entonces bloque del Este. Es también premio Novel de la Paz. ¿Habrá dicho algo semejante personaje, conocedor de tiempos duros en su patria, acerca del emblemático caso de los jóvenes estudiantes desaparecidos en el Estado de Guerrero? ¿o al menos, que pensará de esto?
De entre todas las reformas estructurales que se están dando estos días en nuestra Patria, una es urgente: la reforma personal, libre, convencida hacia las virtudes y valores. No son suficientes la refirmas políticas —siempre necesarias—si quienes están llamados a llevarlas a la práctica no lo hacen con virtudes: honestidad, sinceridad, veracidad, justicia, etc. Decía al recién Beato Pablo VI: “Evangelizar significa para la Iglesia llevar la Buena Nueva a todos los ambientes de la humanidad y, con su influjo, transformar desde dentro, renovar a la misma humanidad: «He aquí que hago nuevas todas las cosas» (Ap. 21, 5; cf. 2 Cor. 5, 17; Gál. 6, 15). Pero la verdad es que no hay humanidad nueva si no hay en primer lugar hombres nuevos con la novedad del bautismo y de la vida según el Evangelio. La finalidad de la evangelización es por consiguiente este cambio interior y, si hubiera que resumirlo en una palabra, lo mejor sería decir que la Iglesia evangeliza cuando, por la sola fuerza divina del Mensaje que proclama, trata de convertir al mismo tiempo la conciencia personal y colectiva de los hombres, la actividad en la que ellos están comprometidos, su vida y ambiente concretos” (EN 18). A esta escuela es a la que la Iglesia le apuesta todo.
Monseñor Romero dijo en su día acerca de la realidad de violencia que vivía su Patria, el Salvador: “Queremos que el Gobierno tome en serio que de nada sirven las reformas si van teñidas con tanta sangre”. Fue su última homilía, que le costó la vida.
Pbro. Filiberto Cruz Reyes Publicado en el periódico «Diócesis de Querétaro» del 2 de noviembre de 2014