La confesión de la fe que cada domingo proclamamos juntos en la Eucaristía, comienza con esta significativa palabra CREO. Con ello queda indicado que todo cuanto habría que decir como fundamento de la tarea que tenemos por delante y es que creer es confiar, es fiarnos plenamente del Dios Trinitario que profesamos.
Podría dar aquí una lección teológica, siguiendo el título de mi artículo, pero qué mejor forma de mostrarles lo que significa tener confianza, que presentárselos como cada domingo lo hago desde la experiencia de la vida, del testimonio de fe que diario toco en los más sencillos, sin complicadas palabra de ciencia teológica y desde los que nada saben de los eminentes teólogos de ayer y de hoy; y es que definitivamente la experiencia rebaza en mucho las certezas racionales, por que contiene eso que algunos teólogos han olvidado. La fe no es un proceso de forma matemática, es un don de Dios y se ha revelado a los más sencillos para confundir a los sabios como dice la Palabra divina.
La historia del cine mexicano tiene en su haber muchos logros que en un momento crucial del siglo XX mostraron la idiosincrasia de nuestro laberíntico pueblo y su eminente cultura religiosa, una de ellas de esa época de oro cinematográfica se llama así: Fe, esperanza y caridad, las virtudes teologales llevadas a la pantalla grande, pero a la mexicana, a la forma como el pueblo las vive.
La fe es la primera retratada en la historia de un niño del campo mexicano que había nacido tuerto lo que atraía hacia él las burlas de los otros, el menosprecio, la madre ofrece una manda (promesa tan popular hasta nuestros días, en nuestro pueblo) de ir caminando a visitar a la Virgen de Talpa, en Jalisco, en su fiesta para que les haga el milagro y hacia allá se dirigen llegando en plena fiesta y postrados ante la imagen de la venerada Virgen piden el milagro, el niño cansado de tanto rezo y atraído por la algarabía de la fiesta fuera del templo, en un descuido de su madre atenta a sus rezos, sale a la calle en donde un cohete perdido le daña el ojo bueno, en el final de la película aparece una madre feliz cantando por los campos regresando a casa, con su hijo ahora ciego atado a su cintura, que intrigado le pregunta por qué tanta alegría ante su ahora plena ceguera y su madre le responde: “Hijo la Virgencita nos ha hecho el milagro pues antes todos te menospreciaban por que eras tuerto, ahora todos te ayudaran porque eres ciego”.
Difícil de entender, pero cierto en la realidad de una fe creída desde la confianza que aun en la aparente desgracia, vislumbra la gracia que definitivamente esta allí en donde los que no confían, nunca alcanzaran a ver, los que solo ven el Tabor y en él quieren estar, pero les da miedo el Gólgota y huyen de él; los que solo quieren un Cristo Resucitado sin Cruz, un Domingo permanente de Resurrección sin un viernes de Pasión, los que cierran los ojos ante la desgracia de otros, mientras ellos viven la aparente placidez de los satisfechos, su Credo siempre será incompleto pues el Dios que se proclama quiere ser amado y vivido. El Dios Trinitario que cada Domingo proclamamos en la Eucaristía banquete de Amor, es el que nos contempla desde la gloria del Padre ciertamente; pero es también el que nos mira en cada hombre y mujer que sufre que pasa a nuestro lado y del cual adelantamos el paso para no mirar sus desgracias, las que nos recuerdan que no basta decir: “Creo sin decir, confió”.
Pbro. José Rodrigo López Cepeda Publicado en el periódico «Diócesis de Querétaro» del 26 de octubre de 2014