Sobre la construcción de templos.
Ningún sacerdote estudia en el seminario para ser arquitecto o ingeniero y dedicarse a construir templos y capillas; pero lo tiene que hacer muchas veces durante su ministerio pastoral. Se prepara para edificar el “templo espiritual” como llama san Pedro a la iglesia. Edificar la comunidad parroquial es su tarea inmediata y principal, pero los espacios para el culto son una necesidad también que debe atender. Por norma general ambos templos, el material (donde no lo hay) y el espiritual (la comunidad) se van construyendo juntos. Esto requiere sabiduría pastoral que implica distribución ordenada del tiempo, búsqueda y manejo inteligente de los recursos materiales y hacerse ayudar y asesorar por fieles laicos competentes y aceptados por la comunidad. Un buen comité pro-construcción y un activo consejo de pastoral son una bendición. Construir un templo implica un esfuerzo pastoral adicional, que pocos aprecian y menos los que no están dispuestos a colaborar.
Hace unos días el rector del santuario de La Congregación de esta ciudad episcopal, el padre Alberto Montes, promovió y organizó un homenaje de reconocimiento a ese gran benefactor de la Iglesia y de la Ciudad de Querétaro que fue el presbítero Juan Caballero y Osio, quien dedicó tiempo y fortuna a erigir templos, fundar conventos, ayudar a los pobres y procurar el crecimiento y embellecimiento de nuestra ciudad. Una de las “Glorias de Querétaro”, bastante olvidado y en nada imitado.
Caballeros como Don Juan muy pocos ha habido en nuestra historia y escasean por completo en estos días. Las personas que profesan la fe católica y que cuentan con cuantiosos recursos económicos, poco o nada conocen y menos les interesa la construcción de templos en la periferia de la ciudad, donde los pobres, venidos de comunidades católicas en busca de pan, hacen sacrificios mayores para conseguir un terreno, obtener el permiso de la autoridad y afrontar, con sus escasísimos recursos, los gastos para la construcción de su templo. Es una lucha heroica que, si no es encabezada por el párroco, difícilmente se logra. Actualmente, en esta ciudad episcopal, hay unos treinta templos en construcción y gracias a ese esfuerzo se han podido crear nuevas parroquias para acercarles los servicios espirituales a los hermanos de la periferia. Invitamos a los críticos a que acudan a su párroco y se informen con objetividad para que sus apreciaciones tengan valor.
Es verdad que muchas cosas hay que cambiar en la Iglesia. Los documentos eclesiales nos hablan de “conversión pastoral”, que implica repensar, rectificar y reordenar toda la acción pastoral de la Iglesia, desde la jerarquía hasta los fieles laicos, religiosos y religiosas, y las instituciones de servicio para pasar “de una iglesia clientelar a ser discípulos y misioneros de Jesucristo”, nos decía el Presidente de la Conferencia del Episcopado citando el documento de Aparecida. El papa Juan Pablo II la llamó “nueva evangelización”. Cuando le toque el turno no habrá de extrañarse ni oponerse, sino cooperar. Que el Espíritu nos abra el oído para escuchar lo que Jesús pide y espera de su Iglesia en este nuevo milenio.
† Mario De Gasperín Gasperín Obispo de Querétaro