El miércoles 21 de noviembre en el Santuario de Nuestra Señora de El Pueblito, el señor obispo Don Faustino Armendáriz Jiménez presidió la solemne Eucaristía en la que el Municipio de Corregidora y las ocho parroquias del Decanato de Nuestra Señora del Pueblito hicieron su Consagración al Sagrado Corazón de Jesús y al Inmaculado corazón de la Santísima Virgen María.
Concelebraron el Vicario General de la Diócesis de Querétaro Pbro. Lic. Martín Lara Becerril, el padre decano del Pueblito Pbro. Sacramento Arias Montoya, los señores curas de las parroquias, el guardián del Santuario Pbro. Ignacio de la Cruz, sacerdotes religiosos, religiosas. Entre las autoridades civiles se encontraba el Sr. Antonio Zapata Guerrero, Presidente Municipal de Corregidora; el fundador de la misión por el amor de Dios en todo el mundo John Rick Miller y fieles creyentes del decanato.
En la homilía, Mons. Armendáriz dijo al iniciar la homilía: “Deseo que el amor de Dios sea una realidad en cada uno de Ustedes, a fin de que puedan vivir una vida plena, consagrada a Dios, como Pueblo elegido de entre todos los pueblos de la tierra”. Luego explicó la importancia del acto de consagración por renovar los compromisos bautismales en este año e la Fe, regalo de la Santa Iglesia católica, la estrecha relación del Padre y del Hijo por la que se conocen y comulgan entre sí, recordando a los fieles que: “el gran reto para los cristianos de hoy es sentirse hijos de Dios y como tales hacer su voluntad”.
El Pastor Diocesano invitó a los fieles para que el centro de su hogar sea Cristo, a consagrarse al Señor y a la Santísima Virgen personalmente y en familia todos los días, esto reaviva nuestro Bautismo especialmente durante este Año de la Fe, advirtiendo que estamos mucho mejor en las manos de Dios. Consagrase es estar separado para Dios y el que se separa para Él, cumple su voluntad. Animó a las familias a construir su altar familiar en un lugar especial de la casa, con un Cristo, una imagen de la Santísima Virgen de Guadalupe, la Sagrada Escritura y un santo Rosario, para poder siempre tener a la mano la Palabra de Dios, y la oración invocando a la Madre del cielo y al Señor de todo y de todos.