SANTÍSIMA VIRGEN MARÍA DE GUADALUPE, Madre del Verdaderísimo Dios por quien se vive, Madre de Jesucristo, el sol que viene de lo alto para iluminar nuestra vida, TÚ, que te apareciste al laico Juan Diego y lo convertiste en instrumento del Evangelio, recibe nuestra plegaria: Nosotros tus hijos, con el corazón de aquel digno mensajero del Tepeyac, deseamos consagrarnos a ti. En medio de la tempestad, a ti que escuchas el clamor de tu pueblo que padece el flagelo de la enfermedad en el cuerpo y el espíritu, te entregamos a todos tus hijos agobiados en su salud y a aquellos que con su corazón valiente los asisten. Cubre con tu manto poderoso a tu nación mexicana y líbranos de la pandemia.
TE CONSAGRAMOS el corazón de la patria: las familias; para que se conviertan en auténtica Iglesia doméstica donde se custodie al matrimonio y se vele por la educación cristiana de los hijos, ¡libra nuestras familias de las ideologías perversas que las corrompen y las destruyen! Te consagramos a todos los matrimonios para que en un mundo disperso puedan ser fieles y sean testimonio de amor en la sociedad indiferente. Que brote la belleza las familias como las rosas en el invierno.
MADRE COMPASIVA, te consagramos a las mujeres embarazadas, a los niños, futuro de nuestra sociedad. Especialmente a los bebés que en el vientre materno se forman portentosamente, para que los coloques con tus amorosas manos en el corazón de tu Hijo. Mantenlos siempre bajo tu sombra y protección.
TE CONSAGRAMOS a nuestros sacerdotes y a nuestros Obispos, al Papa Francisco, a todos ellos que nos enseñan la imagen de Nuestro Señor Jesucristo. Bríndales a cada uno tu aliento, tu palabra de consuelo.
Henos aquí, Madre Nuestra unidos en todo el país por la fe, volvemos a ti con el deseo de expresarte cuanto te amamos y adoramos a Jesús. Hoy nuestras voces resuenan como campanas que gritan al mundo que la fe está viva, que nuestro Dios está vivo: ¡Somos la sal de la tierra! ¡Somos la luz del mundo! ¡Somos semilla del Reino! ¡Somos Iglesia! Doncella del Valle de México, mujer vestida del sol, recibe a nuestra patria sobre la que posas tus sagradas plantas: ¡somos tus hijos! En esta nación que has elegido seremos destellos de luz como las estrellas de tu manto y guías del cielo para nuestra patria que navega en la oscuridad.
NOS CONSAGRAMOS como portadores del Evangelio, heraldos de la Buena Noticia, defensores de la vida, custodios de la fe y protagonistas del Reino de Jesús nuestro Rey y Señor. En este confinamiento ven y visítanos como a Juan Bernardino y sana lo profundo de nuestro pueblo que junto con el canto de los cenzontles eleva sus voces a ti, la que siempre estás aquí porque eres Nuestra Madre y proclamamos: ¡somos tus hijos! ¡Somos los laicos! ¡Somos Juan Diego!
NIÑA HERMOSA, nos encaminamos presurosos al mundo, a nuestros pueblos y ciudades, para grabar en el ayate humilde de nuestros corazones tu sagrada imagen; para construir como pediste a Juan Diego una sola casita donde todos tus hijos vivamos en paz, donde tú nos escuches y veamos a Jesús.
«Señora mía: ya voy a cumplir tu mandato, ¡Indícanos a dónde subir para recoger las flores! Me despido de ti, yo, _____________________ tu humilde siervo e hijo tuyo (sierva e hija tuya) Que nuestra Fe sea más ardiente, que la fría estación invernal de este momento de sufrimiento.