La semana pasada he participado en dos eventos a nivel nacional. Hablaré de ellos brevemente.
Durante 5 días tuvimos el I Congreso Pastoral de Pueblos Originarios, en Mérida, Yucatán, con el objetivo de celebrar los 25 años del encuentro de San Juan Pablo II con las etnias de América en Izamal, y también para arrancar el trecenario (13 años) e ir preparando el Ayate de flores que ofrendaremos en el 2031 a la Virgen de Guadalupe en la celebración de los 500 años del acontecimiento guadalupano, lo mismo que los 2 mil años de la redención de Jesucristo en el 2033.
Fue una nutrida participación de cerca de 600 personas, en atmósfera fraterna y entusiasta, con la variedad y el colorido de las vestiduras y los idiomas. La espléndida acogida de la Arquidiócesis de Yucatán y la magnífica organización del Congreso nos han llenado de gozo y esperanza para caminar unidos y solidarios.
El segundo evento ha sido el Encuentro Nacional de Jóvenes, en la Ciudad de México y culminando en la Casita del Tepeyac, con nuestra Madre María de Guadalupe, en este Año de la Juventud y en la inminencia del Sínodo que tendrá lugar en Roma sobre los jóvenes, la fe y el discernimiento vocacional.
Han sido más de 10 mil jóvenes: una multitud bulliciosa y, al mismo tiempo, en actitud de escucha y de oración profunda.
Ambos eventos son parte de procesos valiosos que se van llevando a cabo. En un mundo tan complejo y contrastante, es alentador encontrar grupos humanos como éstos que infundan claros signos de paz y de esperanza. Los participantes de nuestra Diócesis de San Cristóbal de Las Casas -12 personas en Mérida y 164 en la Ciudad de México- nos irán compartiendo sus vivencias y retos, para sumarnos solidariamente como constructores de verdad, de justicia y de paz. Tú dices: ¿Le entramos? ¡Pues adelante!
+ Mons. Rodrigo Aguilar Martínez
Obispo de San Cristóbal de las Casas