Existe la costumbre de que los miércoles el Papa de una Audiencia General a los peregrinos en la Plaza de san Pedro, en donde se congregan miles venidos de muchas partes del mundo. El miércoles 29 de octubre el Papa Francisco expresó dentro de su mensaje de la Audiencia: “Quisiera hoy elevar una oración y traer cerca de nuestro corazón al pueblo mexicano, que sufre por la desaparición de sus estudiantes, y por tantos problemas parecidos. Que nuestro corazón de hermanos esté cerca de ellos en este momento”.
La semana que terminó, del 10 al 14 del presente, los Obispos de México estuvieron reunidos para celebrar su XCVIII Asamblea Plenaria, y el día 10 enviaron un saludo al Romano Pontífice, en el que le agradecen entre otras cosas “las palabras que Su Santidad pronunció en la Audiencia General del pasado 29 de octubre, han sido un rayo de luz ¡Gracias Santo Padre por llevar cerca de su corazón al pueblo mexicano, y por orar por los estudiantes desaparecidos y por quienes padecen tantos problemas semejantes!”.
Quince días después de la Audiencia del 29 de octubre, este pasado miércoles 12 del presente, una vez más, durante su Audiencia de los miércoles, el Papa volvió a expresar: “Saludo a los peregrinos de lengua española, en particular a los grupos provenientes de España, Argentina, México, y quiero de alguna manera expresar a los mexicanos, a los aquí presentes y a los que está en la patria, mi cercanía en este momento doloroso de legal desaparición, pero, sabemos, de asesinato de los estudiantes. Se hace visible la realidad dramática de toda la criminalidad que está detrás del comercio y tráfico de drogas. Estoy cerca de ustedes y de sus familias”. El Papa lo sabe y está atento.
En ese mismo saludo, los obispos prometen al Papa Francisco: “con humildad y compromiso, esperamos brindar al pueblo de Dios y a todos los hombres y mujeres de buena voluntad las orientaciones que brotan del Evangelio, siguiendo la gran recomendación que Su Santidad nos dio: la doble trascendencia; “la oración, ese negociar con Dios del Obispo por su pueblo… Y la cercanía con su pueblo”.
A través del Secretario de Estado, el día jueves 13, el Papa responde al saludo diciendo que “pide a Dios por todos los hijos de ese amado país, especialmente por los jóvenes y cuantos han perdido a algún ser querido en dramáticas circunstancias”.
Con fecha del día 12 los Obispos mexicanos levantaron su voz a través de un Mensaje intitulado “¡¡Basta ya!!”, en el que entre otras cosas denuncian que en nuestra patria “muchas personas viven sometidas por el miedo, la desconfianza al encontrarse indefensas ante la amenaza de grupos criminales y, en algunos casos, la lamentable corrupción de las autoridades”. Así mismo hacen una observación: “En medio de esta crisis vemos con esperanza el despertar de la sociedad civil que, como nunca antes en los últimos años, se ha manifestado contra la corrupción, la impunidad y la complicidad de algunas autoridades”; observación que se traduce en un llamado: “Nos vemos urgidos junto con los actores y responsables de la vida nacional a colaborar para superar las causas de esta crisis”, y una advertencia: “Es indispensable la participación de la ciudadanía para el bien común. Sin el acompañamiento y la vigilancia por parte de la sociedad civil, el poder se queda en manos de pocos”.
Allá por 1980, un obispo Guatemalteco, Juan Gerardi Conedera, entonces Presidente de la Conferencia Episcopal de su patria, al acudir a Roma para participar en el Sínodo de los Obispos sobre la Familia, allí para denunciar, narra de viva voz al hoy Santo, Juan Pablo II, la masacre que vivía miles de personas en su patria. Al regresar a su país le niegan el acceso, vuela a El Salvador, pero no le dan asilo y termina refugiado en Costa Rica, desde donde sigue ejerciendo su oficio de Presidente. Por este acontecimiento se inconforma ante la Comisión Interamericana de Derechos Humanos y ésta con la Resolución nº 16/82, (Caso 7778, Guatemala, 9 de marzo de 1982) declara, entre otras cosas, que el Gobierno de Guatemala violó los Artículos 22 (Derecho de Circulación y de Residencia), 12 (Libertad de Conciencia y de Religión), y 13 (Libertad de Pensamiento y Expresión), de la Convención Americana sobre Derechos Humanos.
En 1982 puede el Obispo volver a su patria, y el 26 de abril de 1998, luego de haber documentado el genocidio de su patria, Mons. Gerardi muere asesinado. Ir a las causas de los problemas a veces tiene sus riesgos. Los mártires lo saben.
Pbro. Filiberto Cruz Reyes Publicado en el periódico «Diócesis de Querétaro» del 16 de noviembre de 2014