Hay un elemento vital dentro de la familia que es la comunicación entre todos los miembros. Para lograr esto es importante tener en cuenta diversos factores.
Para lograr una buena comunicación hace falta prestar atención a la persona con la que se dialoga. La atención requiere una escucha activa, buscar entender lo que la otra persona quiere expresar. En nuestra sociedad actual no es fácil poner atención debido a que hay muchos distractores como los teléfonos, las redes sociales, música, televisión, que nos impiden concentrarnos en nuestras conversaciones.
Otro factor para tomar en cuenta en las conversaciones es el estado emocional del interlocutor. En ocasiones la tristeza, la euforia, el coraje, el desánimo pueden ser elementos que hagan difícil una conversación del todo objetiva. Cuando uno se deja llevar totalmente por el estado de ánimo, por los sentimientos, en varias ocasiones se arrepentirá de las cosas que se dicen pues se harán no desde la razón sino desde la emoción.
Los diversos estilos en la forma de comunicarse son importantes. Hay personas que su temperamento les lleva a ser poco o excesivamente comunicativas. Algunos son más racionales y otros más emotivos. Por ello es necesario conocer a cada miembro de la familia y valorar sus esfuerzos en el diálogo.
Finalmente las experiencias del pasado guardadas en la memoria son un elemento a considerar. En ocasiones en las faltas de comunicación o en los diálogos acalorados, saltan a la vista aspectos que sucedieron en el pasado. En ocasiones ayudan a solucionar los problemas, en otras no, porque lo único que demuestra es que no se han resuelto satisfactoriamente las discrepancias.
La comunicación es un esfuerzo que involucra a toda la familia. Mientras mejor sea ésta, mejor será la convivencia familiar.
Pbro. Laureano López Saloma Publicado en el semanario Diócesis de Querétaro, del 22 de junio de 2014